La idea de que la cuarentena y la pandemia son transitorias y que podremos volver a la cotidianidad anterior, tiene a muchos con las ideas en-standby. La dificultad para cambiar es el común denominador: le cuesta al asalariado que tenía en la rutina de su horario y de su sueldo la seguridad de la marea...
Le cuesta al empresario que tenía una única forma de imaginar su producto, su cliente y su empleado. Le cuesta a los gobiernos que se plantearon el pobre apoyo efectivo a sus comunidades y hoy encuentran maneras innovadoras de hacerse presentes y a la vez conscientes que delegaron en los privados sus obligaciones, volviendo a asumir los acuerdos tácitos que les dieron origen.
No hay ningún estatus quo reconocible, la realidad es que ‘Aplanar la curva’ no significa eliminar la posibilidad de contagio. La estrategia consiste en disminuir la cantidad de personas que requieran los servicios de emergencia simultáneamente y así aumentar las posibilidades de éxito para ese 15% de contagiados que tengan síntomas graves.
Por ejemplo, si hoy se enferman gravemente 100 personas y hay 10 ventiladores, sus posibilidades de éxito son menores que si en 100 días se enferman los mismos 100, con los mismos 10 ventiladores. Sumado a esto, extender los tiempos da la oportunidad de investigar vacunas, posibilidades terapéuticas y conocer mejor la fisiopatología de la enfermedad.
Esta no es una película que terminará en dos horas.
La recuperación no nos llevará al sitio del que salimos, el recorrido no tiene retorno, todo lo que estaba flojo se ha caído: sistemas económicos, sistemas educativos, sistemas de salud, sistemas de trabajo, sistemas de soporte social. Sabemos ahora que tan atrasados estamos, cuan fallidos fueron siempre los simulacros.
La moneda de cambio hoy es la idea de protección contra el virus. Quien más tiene es quien puede, por su profesión u oficio, abstenerse del contacto y realizarlo en la seguridad de su refugio.
Al otro lado, quien se ve enfrentado a la incertidumbre, posee un trabajo que implica contacto; así hoy puede tener más confianza en el futuro un maestro que un piloto.
La salida, sin embargo, es como lo revela el archivo histórico de la humanidad: el cambio. Lo primero será ofertar a toda la población, la seguridad que hoy es privilegio y aparecerán los sellos 'Covidfree' (como empieza ya en España) acompañando hoteles, aviones, aeropuertos, salones de belleza, o restaurantes.
Se procurará entonces que hasta el trabajador de menor responsabilidad sea sano y junto a él, se irán armando islas de sanidad que se aglutinen: primero su familia, luego su barrio, después su pueblo.
El sistema de salud robusto será una inversión a considerar por cada empresario, que contará como propio goodwill, el número de camas en UCI de su ciudad. Habrá un genuino interés para que la ciencia y la tecnología abandonen los juegos bélicos y se concentren en la vida, como ahora que Indumil empieza a producir los ventiladores creados por la Universidad de la Sabana.
Volverá la siesta en las ciudades, se terminarán las compras impulsivas, Al principio bajo escafandras y luego en cúpulas de hermética salubridad volveremos a juntarnos.
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresen.
