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Mientras tanto, 90 kilómetros al oeste…

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CRISTINA.BENDEK… la dinastía se preparaba para recibir al presidente de la Federación Rusa. Era una visita relámpago, como lo fueron las últimas, es decir que nadie tenía aviso pero esa mañana Putin amaneció con ganas de ir a verificar cómo estaban las cosas en su nueva base de espionaje militar. Pronto sería inaugurada como un centro de observación meteorológica, ya que era prioritario en su agenda que Nicaragua, ese país pobre, muy pobre, no sufriera sin previsibilidad los embates de la naturaleza.

No se discutió mucho sobre el tal canal interoceánico, porque de todas formas ya las lagunas en las inmediaciones de Managua estaban siendo tomadas por los trabajadores rusos, y desde Presidencia se habló de que a cambio de esos tanques de guerra, que mucho servían en un país con una teórica paz, se le daría al enemigo de su enemigo un millón de hectáreas que de todas formas no eran muy productivas por entonces. China que se las arreglara para sacar sus propios beneficios, además ya estaban haciendo ellos sus propios “estudios de viabilidad”, para los que habían contratado a una compañía minera de Australia que ya les había servido en proyectos de extracción de carbón y coltán en Bolivia y Perú.

En realidad la visita se motivó ese día porque Putin leyó un titular nada festejoso del triunfo del presidente y su esposa, quien era ahora la vicepresidenta electa. Aquella pareja de señor barrigoncito y señora flaca como un gancho sería centinela del progreso del país, pero la defensa de su territorio, sobre todo de un territorio nuevo con el que contaban solo en sus sueños más salvajes, no tenía cómo llevarse. Las raquíticas cuentas nacionales no podían hacerles el favor de hacer presencia soberana en un mar al este en el que solamente pescadores artesanales a veces se aventuraban, y algunos hasta llegaban a cruzar fronteras invisibles para reunirse con sus familias de aquel “otro lado” en el que el pasto era más verde.

Qué digan lo que les dé la gana en la Unión Europea, pensaba Putin. Estados Unidos puede que fuera el principal socio comercial de Nicaragua, pero los tenía agarrados de los h… y él se convertiría en una alternativa, echándole la mano al gobierno amigo, fabricándole un par de lanchas lanzamisiles y de vigilancia, y unos avioncitos de guerra para que pudiera monitorear esa zona que ahora era gris, pero que habría de pertenecerle efectivamente, eventualmente, y como fuera. Putin vio la oportunidad. Podía tener sus submarinos nucleares apostados en el Caribe, cerquita de Clinton, y darle un nuevo aire a la estrategia militar, tan concentrada entonces en las inmediaciones del Mediterráneo y el Mar Negro.

Total, no era que no hubiera habido elecciones. Elecciones hubo. Sí, de pronto el partido opositor había perdido su envestidura legal de repente, y uno a uno los candidatos de la oposición, un montón de viejos panzones con intereses en el sector privado, la clara representación de la oligarquía, habían cometido errores que habían obligado irreversiblemente a las altas cortes a anular sus candidaturas. Ni modo, eso era algo que nadie podía controlar, y si los dioses le sonreían a la pareja presidencial algo tendría que ver con el destino, o tal vez con el conjuro que la ahora vicepresidenta electa había rezado durante todas las noches de luna llena a la diosa de la victoria.

Como sea, que se ardieran los infelices que no apoyaban la división del país en Nicaragua del Norte y Nicaragua del Sur, los mismos que renegaban de que ahora las fuerzas militares tuvieran un arsenal digno de república bananera, esos mismos que tenían tratos con los yanquis que tanto habían desfalcado al país durante la dictadura. Pues ahora  a ninguno le iban a dar contratos de dragado o de cualquier cosa durante la construcción del canal, aunque ya eso del canal no importaba de a mucho. Por entonces, lo más importante era celebrar que sería otro período de prosperidad, de grandeza, de estrechar lazos con los camaradas, y los pobres estudiantes y los indios y esos campesinos que salían a protestar en las calles, solo eran una ínfima porción de la población.

La muestra era que las elecciones habían sido arrasadoras. La victoria le sonrió a Rosario con un 70% de participación en los comicios, y la pareja ganó con más del 80% de favorabilidad. Increíble participación, la mayor en los últimos tiempos. No hubo nadie que no trabajara con el gobierno para certificar la veracidad de esa cifra, solamente los tramposos infelices de los partidos de oposición decían que había una equivocación en la redacción de la noticia: el 70% era de abstención, no de aprobación, pero todo perdedor siempre es un mentiroso, así que nadie les prestaría demasiada atención, pensaba la pareja, tranquila en la certeza de que todo lo que emprendían era lo mejor para su país.

Putin llegó a ese calor húmedo de Managua y se enjugó la frente. Detrás de él venían, como siempre, dos oficiales que cargaban las valijas con los códigos nucleares. Rápidamente, sacó el champán y brindó aunque no tomara, no solamente por la feliz pareja, sino porque recientemente la buena noticia era que esa infiltración del Gmail de Clinton le había dejado la victoria al extravagante magnate de color naranja. De todas formas, el tratado de simplificación de procedimientos estaba en vigor, y cualquier día que la cosa se pusiera fea, un portaviones u otros submarinos podrían llegar sin previo aviso a las costas atlánticas de Nicaragua, y persuadir a su más antiguo enemigo de que suspendiera los ensayos militares en Noruega, Polonia y Rumania.

Fue una visita relámpago. –De todas formas, después de los tanques y ahí vienen las lanchas y los aviones, el otro año viene otro fallo de lacorte, ¿y cómo vas a hacer para reclamar lo que es tuyo, Daniel? –dijo Vladimir, quien con la firme voluntad que lo caracterizaba, había aprendido a hablar español fluidamente en los últimos dos años de visitas.
–Igual me sirven los tanques, Vladi–ya era tanto el cariño–, por si a mucha gente le da por desconfiar de la democracia…
–¿Y cómo van las cosas en la frontera, Chayito?
–Muy tranquilas, Vladimir… –Rosario leía una noticia sobre un recorte al impuesto al licor, y 25 heridos en unos carnavales…

 

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