Pasos cortos

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EDNA.RUEDA02ENBLa contienda electoral no pasa hoy por la diferencia franca en los programas, no hay en realidad más que una polarización del miedo, pero poco de los argumentos. A vuelo de pájaro, si hiciéramos una enumeración de los puntos clave, ¿podría el lector incauto reconocer cual es el origen de los argumentos?

Por ejemplo, ¿cuál es el que propone una ampliación en la cobertura de educación superior? ¿cuál está a favor del aborto? ¿cuál es el candidato que se ha pronunciado en favor de la legalización del cannabis, tanto para uso medicinal como recreativo? y ¿cuál con el matrimonio igualitario?

Las respuestas les sorprenderían a ambos ‘bandos’. Pero sobre todo a los que se han aliado más recientemente a una u otra candidatura, desconociendo que, en estos puntos, ambos se muestran como ‘progresistas’.

Sin duda, para quienes mantienen un discurso conservador, todo debe ser más difícil. Las alternativas no se basan ahora en las premisas que defendían los valores tradicionales y los conceptos ortodoxos de familia, sexualidad, uso de psicofármacos, resocialización o alternativas de acceso a la educación, lo que queda ahora para elegir es, simultáneamente simple y complejo.

Lo que en realidad está en disputa es la versión de la historia que cada colombiano maneja. Para quienes el Palacio de Justicia señala el hito de violencia guerrillera y agrede hoy, como hace 40 años, uno de los candidatos es inconcebible en la silla presidencial.

Para otros que tienen sus dolores anclados tan atrás como en las masacres de los ‘pájaros’ y los ‘chulavitas’, en este país que siempre ha encontrado razones para matar pobres que cuidan terrenos ajenos, el continuismo duele como una bala más.

No es entonces el fondo el que nos habla, se limitan las decisiones ahora a la forma, al empaque. La elección descansa en el miedo, el miedo a lo que se conoce y a lo que se desconoce, el miedo a que todo lo que se creía cierto fuera falso, a que los aliados hayan sido los verdaderos enemigos, a que el futuro no sea tan obvio.

Todo esto pasa y, sin embargo, hay pequeños triunfos que no parecemos apreciar en esta contienda electoral, en que la izquierda se presenta como una fuerte alternativa. No hemos tenido que conformarnos con los candidatos que sobreviven a la violencia y parece que la palabra –el arma de los optimistas– ha reemplazado a la mala costumbre de matar ideas.

Los pasos son cortos, pero están ahí y aunque la desigualdad sigue siendo la política pública más constante, en el país más heterogéneo de América, la violencia, al menos la urbana, descansa en los memes y los ingeniosos descréditos y no en las bombas y las amenazas.