Entré a esta casa casi al medio día, tenía un antejardín con alelíes que se pronunciaban a media primavera, un camino de piedras terracotas y un timbre enmohecido. Me abrió la puerta una mujer mayor, con más años encima de los que tenía en realidad; aun con saco que recordaba el invierno reciente, zapatos bajitos, y un extravagante lápiz labial rosa… “Es m esposo” dijo, “se queja y no sé que tiene…”.
Me guió hasta el cuarto principal, una habitación cargada de olor a viejo, fotos naftalina y medicamentos vencidos…. “el tiene 95 años, yo tengo sesenta, algo parece dolerle, pero no me dice”
El Hombre era flaco, pálido y viejo como la luna. Lo examiné completamente: sepia, sus pupilas, la lengua, el cuello, el pecho, el abdomen; pregunté por sus deposiciones, por su fiebre, por vómito, por sus pastillas, por sus enfermedades…. Al cabo de un par de minutos me hice a la idea cuanto pesan los años, y como duelen. No le dolía nada, estaba consiente pero esquivo, musitaba silabas incomprensibles luego de cada pregunta indiscreta de la joven morocha que jugaba al doctor
Me acerqué para escuchar lo que decía, puse mi oído a una distancia prudente de la cavidad que una vez fue su boca y que ahora era un recuerdo olfatorio de que moría a pedazos.
“Me duele la vida” me dijo, “Me quiero morir”….
Me aleje de el, casi ofendida por el viejo que llamaba a un sanador para comunicarle su deseo de morir…
-. Lo oyó?... le pregunte a la mujer…
-. No. ¿Qué dice?
-. Que nada le duele, ¡se quiere ir! Le dije con un tono más grave, para imponerle la solemnidad que la ocasión ameritaba.
Ella se sentó casi desplomándose, tomó su cabeza y llena de rabia susurró un par de palabras…
Se incorporó de nuevo y mirando al anciano, le dijo: “Ni lo pienses, me robaste mi juventud, me casé contigo siendo casi una adolescente, y tu ya ibas al gerontólogo, crié tus hijos, y luego los nuestros, hice milanesas, sopas y tartas, cosí tus camisas, aguante tus amantes, cambie tus pañales…Pero no te voy a permitir esto”.
Mientras me sacaba casi a empujones me explicó: “Gracias por venir doctora, ya no la necesitamos, este viejo inútil, no se va a morir hoy, ni mañana, no lo hará primero que yo, no me dejará sola”.
Me di cuenta como el amor muta, como varían las personas, como todo cambia… ¡menos quien es quien manda en la casa!