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elisleño.com - El diario de San Andrés y Providencia.

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Agua de vida

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Es mi rutina caminar en las mañanas por la playa de Cocoplum Bay, es compromiso diario salir con Salomón, Luna y Duque; y lo encuentro oxigenado con personajes especiales de la isleñidad con quienes  comparto comentarios sobre nuestro devenir cotidiano.

Hace poco en esos andares un pescador de los nuestros, vernáculo, hablaba de cómo las aguas lluvias enturbian las orillas y le dificultaba localizar sardinas que, con su atarraya, pesca para carnada en sus jornadas.

Mi mente voló inmediatamente hasta antes del Puerto Libre, que se recuerde, en que aún también en temporadas de poco llover, hubo una comunidad preparada que no padeció de las inclemencias del tiempo. No les faltó agua. Y me explico: era una población, por supuesto, mucho menor en cantidad, tal vez una décima parte del contado en el censo de hoy día, quienes se proveían mediante el almacenamiento de aguas lluvias en cisternas de madera redondas y/o de concreto de cuatro lados.

Las redondas conservan mejor el agua depositada porque lo cilíndrico permite movimiento permanente que oxigena el líquido. Me acuerdo que con los abuelos recogíamos en las orillas del mar unas piedras que depositaban en las cisternas para ayudar a mantener el agua pura sin usar cloro.

Al mismo tiempo, en todos los sectores de las islas, tenían pozos artesanales con agua salubre pero bastante dulce que servía para los usos domésticos diferentes al consumo humano.

Toda una cultura del uso racional del agua se observaba; y es que en medio del Mar Caribe, una isla sin ríos, ni arroyos, solo un pond -‘Big Pond’, para diferenciarlo de Little Pond a poca distancia- sin capacidad distinta a su función natural; nuestros habitantes conocían el valor y la utilidad del agua, la respetaban y la aprovechaban al guardar celosamente en sus cisternas el agua potable de época de lluvias hasta completar el ciclo anual.

Y una cultura de uso racional del agua implicaba el no desperdicio del precioso recurso necesario para la vida y la funcionalidad humana. Antes del puerto libre no se usaban plumas en las duchas ni en los lavamanos ni lavaplatos que aunque modernos son ejemplos de cómo no deben dejarse abiertos utilizando mucha más agua de la necesaria para cumplir con el aseo  casero y con los cuidados personales.

Cuando nuestro pescador tradicional protestaba por la falta de trasparencia en las aguas del mar que no le permitía distinguir las sardinas que quería atrapar, no podía yo dejar de pensar en que agua nunca nos ha faltado en estas islas.

Agua hemos tenido siempre. Siempre llueve en las islas en las épocas que corresponde. Tenemos aguas lluvias sanas, descontaminadas, que no requieren ningún tratamiento; por fortuna estamos lejos de ser afectados por las lluvias “acidas”. Pero por el sistema existente para proveer a la población, se obligan a entregar agua por las tuberías instaladas y no cumplen, o mejor, el agua llega de vez en cuando.

Estamos desaprovechando las lluvias. Cada licencia para construir debería contener la obligatoria previsión de tener depósitos para almacenar aguas lluvias en proporción a la cantidad de personas que alberga la obra. Por igual se debería apoyar políticas que estimulen los depósitos para recoger aguas lluvias en unidades de vivienda familiar y educar sobre su uso racional y conservación.

Nuestro subsuelo está sobre explotado por la extracción de aguas que afectan gravemente el equilibrio ambiental natural. Se ha salinizado y contaminado. No sabemos cuánto podrá resistir el nivel freático normal de la isla de San Andrés bajo la presión de proveer de agua a una población para la cual toda el agua de los pozos no le son suficiente.

Y es que la gente traslada sus costumbres, su manera de ser y de actuar consigo; y es que aquello de… a donde fueres haz lo que vieres… no se dio en estas islas por muy buenas que fueran esas prácticas nuestras.

Para Old Providence y Santa Catalina

Suficiente es la capacidad inicial con que funcionó la represa de Fresh Water Bay para surtir a la población de las islas de Providencia y Santa Catalina, y ahora está necesitada de un mantenimiento adecuado para conservar su objeto.

Proponemos a las autoridades, en momentos en que se habla de concesionar este servicio  que es un derecho fundamental, que a los estratos uno a tres se les subvencione. Ya pagamos con ingresos del presupuesto del archipiélago y de la nación por los más necesitados.

El agua es un derecho que debemos proveer en forma adecuada a los habitantes del archipiélago.

Kent Francis James

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Última actualización ( Sábado, 11 de Septiembre de 2010 10:59 )  

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