
Este 7 de septiembre, profesionales y aficionados de una de las prácticas acuáticas más emocionantes, conmemoran el Día Mundial del Buzo. Una fecha creada para homenajear a quienes ejercen esta actividad con fines recreativos, científicos o profesionales.
En años recientes el buceo recreativo, y más específicamente el que realizan los turistas al viajar a un destino específico, se ha convertido en una valiosa contribución para investigadores locales, dando paso a lo que se conoce hoy como ‘ciencia ciudadana’: cuando personas sin formación profesional específica, pero sí con instrucciones precisas, colaboran con expertos en acciones fundamentales como el cuidado de guarderías de coral, jornadas de limpieza submarina, extracción de residuos en áreas de manglar, y otras como las que se desarrollan, por ejemplo, en San Andrés y en Providencia.
En efecto, desde hace unos meses ha sido noticia la eclosión exitosa de más de 300 huevos de tortugas marinas, que han arribado a Providencia a desovar, gracias a la colaboración de ciudadanos que se han visto motivados a cuidar de los nidos y posteriormente de los neonatos, solo por el hechos de aportar su granito de arena en la conservación de esta especie clave en el Archipiélago.
Apoyo de la comunidad
Dos de las personas que han contribuido a este positivo hecho son Alejandro Archbold y su esposa Laura Rodríguez, propietarios del centro de buceo The Dive Shop Old Providence: él, dedicado a este oficio desde hace más de 30 años e instructor desde 2002; ella, bióloga marina, magíster en Conservación y Uso de la Biodiversidad y buzo ‘divemaster’.
Ambos recuerdan todavía con emoción, la primera vez que presenciaron el mágico momento en que una tortuga marina preparaba un sitio en la playa para depositar sus huevos. Ese evento sería el punto de partida para lo que desarrollan en la actualidad, que se suma a su labor de sensibilización en el mar mediante su trabajo complementario en el buceo: él dirigiendo los cursos de certificación y ella aportando sus conocimientos sobre el mar y la necesidad de protegerlo.
Su centro de buceo fue creado en 2016 y está ubicado a unos 170 metros de la playa de Manzanillo, epicentro de múltiples eventos de anidación en esta temporada. De acuerdo con la más reciente información de la Corporación Ambiental Coralina, se han reportado 11 nidos en ese sector, tres de los cuales ya han tenido nacimientos.
Laura relató que su cooperación en el monitoreo, reubicación y protección de nidos es realmente reciente, específicamente desde el pasado 4 de julio cuando vieron una tortuga cabezona desovando en la playa, frente al restaurante de Ferma Livingston y su esposo Genaro Newball, dos personas que también se han unido a esta loable causa.
“Ese evento nos pareció una experiencia extremadamente linda. En ese momento tú sientes que se te erizan los pelos al ver a la tortuga entrar, hacer un huequito e ir poniendo todos esos huevos…Entonces desde ahí nos enganchamos con el tema y nos asesoramos de profesionales para ayudar en la vigilancia y traslado de algunos nidos, porque a veces quedan en lugares donde transitan muchos turistas, pueden pasar motos, ponen sillas asoleadoras, o porque puede haber riesgo de inundación”, explicó.
Conocimientos ancestrales y científicos
Alejandro ha participado activamente en estas actividades de cuidado y traslado de nidos, pero recalca que es su esposa la que ha estado como líder del tema, gracias a su profesión y también a su vocación innata, ‘patrullando’ las playas, esperando los nacimientos y vigilando el momento en que los juveniles se despiden de su lugar de nacimiento y entran al mar.
“Su formación como bióloga marina ha sido decisiva para suministrar información más acertada, convirtiéndose en una valiosa aliada para el personal de Coralina aquí en el municipio, porque maneja la terminología necesaria y sabe del manejo de las tortugas”, aseguró.
Con respecto a su labor de concientización como buzos, Archbold destacó que su establecimiento se diferencia de otros porque no maneja grandes volúmenes de turistas; y porque ofrece distintos niveles de certificación (‘open water’, avanzado, ‘rescue’ y ‘divemaster’) con el objetivo siempre de apostarle al tema de la conservación marina y el uso responsable de los recursos naturales.
“De la mano de Laura siento que cada día logramos más este cometido, puesto que al si la academia se involucra en nuestras actividades, los buzos se van de Providencia con un aprendizaje extra sobre el medio ambiente y, específicamente, sobre la riqueza de la Reserva de Biosfera Seaflower”, comentó.
El instructor raizal indicó que durante los ‘briefings’ o charlas que se tienen de manera previa a las inmersiones, se les hace énfasis a sus alumnos en temas relevantes como no hacer contacto con el fondo, las razones por las que se están perdiendo ciertas especies de coral y por qué es fundamental la conservación del pez cirujano o del pez loro, para garantizar la salud del arrecife.
Buceo y conservación
De ahí que el papel del buceo en este tipo de labores de sensibilización sea tan valioso, mostrando en terreno (en el mar) las amenazas a las que están expuestas las especies que allí habitan; para que la protección y conservación no sea responsabilidad únicamente de los académicos o de la autoridad ambiental, sino que cada ciudadano busque cómo contribuir a ello.
Específicamente en el tema de las tortugas marinas, Archbold ve ciertos retos a enfrentar, dado que siguen presentándose saqueos de nidos para vender los huevos; así como la captura de hembras, ya que su carne ha sido empleada por siglos para preparar algunos platos típicos en las islas.
Por ello planea gestionar algunos recursos para la próxima temporada de anidación, en aras de involucrar a algunos jóvenes que se dedican a estas prácticas (reprochables desde el punto de vista ecológico, pero justificadas por algunos, debido a que son escasas las posibilidades de empleabilidad que se tienen en el municipio), en actividades dentro de su tienda de buceo o en acciones de protección, cuando se les explique por qué es indebido negarles la posibilidad de nacer a las tortugas.
“Yo creo que lo más importante aquí es ser conscientes de que vivimos en este mundo, todos, y por eso tenemos que cuidarlo para que las próximas generaciones puedan ver ciertas cosas que nosotros todavía estamos disfrutando; y para que no se pierdan nuestros recursos, simplemente por temas de depredación. Hay un trabajo muy lindo que estamos haciendo con los niños, para generar conciencia desde ya, y para que ellos se conviertan (por qué no) en sancionadores morales de sus padres si están haciendo este tipo de actividades indebidas”, acotó.
Laura, por su parte, considera que el buceo aporta significativamente a la conservación marina porque —en sus palabras— cuando se conoce algo y se entiende su valor, se tenderá a cuidarlo y a valorarlo.
“Por ejemplo yo soy de Bogotá, y mucha gente que vive en el interior de Colombia, que no tiene mucho contacto con el mar, no sabe lo que uno puede ver en una inmersión de buceo así que pasa desapercibida toda esta biodiversidad que existe y desconoce lo que está pasando con los océanos; pero cuando tú buceas y empiezas a ver la gran cantidad de especies, y de paso te explican cómo puedes aportar a la conservación marina, eso te cambia el chip y ahí te sientes motivado a proteger. Entonces, para mí, ese es uno de los beneficios que nos ofrece el buceo en términos de cambio de conciencia", detalló la bióloga marina.
Para finalizar, dijo que este cambio de conciencia también es completamente necesario en tierra dado que, recogiendo un poco el sentir de Alejandro, es vital que se masifiquen las campañas de sensibilización en cuanto a la importancia de las tortugas marinas y el porqué debe rechazarse totalmente la caza de estas o el robo de huevos.
“Uno de los nidos que empezamos a cuidar hace pocos días fue robado completamente, se llevaron todos los huevos; situación que nos llenó de impotencia, aunque está claro que aún hoy se consume tortuga por <<cultura>>. Entonces ya entendimos que hay que involucrar a más actores, como los pescadores, niños, jóvenes, gente de los barrios, para que presencien el traslado de los nidos, una liberación o el nacimiento de los juveniles, porque creemos que tal vez de esa manera eso genere un impacto positivo en todos y logre cambiar un poquito la mentalidad de consumir carne de tortuga en Providencia”, puntualizó.
Para Alejando también fue un suceso “doloroso”. Aunque reconoce que como isleño raizal hace muchos años llegó a consumir tortuga, en el presente esa idea está totalmente descartada porque ha entendido el papel tan trascendental que cumple esta especie en el balance ecosistémico del Archipiélago.
“Con estas acciones que hemos emprendido no buscamos lucrarnos; realmente lo estamos haciendo porque presenciar aquel desove realmente nos tocó el corazón. Como seres humanos, nuestro objetivo actual es poner un granito de arena para que más y más tortuguitas puedan llegar a su destino natural, el mar. Recuerdo que un día oí a ‘Pirry’ hablar de ‘la revolución de las cosas pequeñas’... y eso pienso que es lo que estamos haciendo: una labor pequeña, que está dejando huella porque ya nos están escuchando; incluso medios de comunicación como ustedes”, concluyó.
(Foto: cortesía)



















