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Misionera de la misericordia

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SANABRIA.OBISPOEl lugar del encuentro con Cristo Resucitado que quiero destacar en el día de hoy es el corazón misericordioso del Señor. Y como homenaje al Santo Padre Francisco quiero destacar una frase muy bella de su carta sobre el amor humano y divino del corazón de Jesucristo.

Dice: “Su corazón abierto nos precede y nos espera sin condiciones, sin exigir un requisito previo para poder amarnos y proponernos su amistad: «nos amó primero».

La fuente de la Divina Misericordia es Dios mismo, cuyo amor se manifiesta de manera privilegiada en el corazón de Jesús. Esa fuente divina necesita un recipiente donde derramarse, y es en el grupo de seguidores de Jesús, que están encerrados, con las puertas trancadas, para que los judíos no los encuentren y les den muerte como al Señor. Ese grupo es la materia prima. Corren las horas de la tarde y se empieza a oscurecer.

Por ese grupo de miedosos nadie da un peso. Ese cristianismo encerrado, que teme enfrentar el mundo no sirve para nada, no es el cristianismo de Jesús. Esos seguidores miedosos y encerrados son la materia prima de los evangelizadores, y es ahí donde el Maestro viene con el Espíritu Santo. Ese grupo somos nosotros, paralizados por el miedo y encerrados.

El canal a través del cual llega la misericordia divina a nosotros es el soplo, cuando Jesús exhala sobre ellos su Espíritu. Sale de Jesús toda aquella fuerza que ha sostenido su misión y la transmite a sus discípulos. Es como un viento huracanado que mueve todo por dentro, los revuelca; es como un fuego que quema, que arde, ilumina, purifica y calienta. Es una transformación por dentro.

Es como poner fuego en el corazón. Es dejarnos mover por el viento de Dios y dejarnos lanzar bien lejos, como cuando un huracán arremete con toda su furia. Quien conoce a Jesucristo y está lleno del Espíritu de Dios está capacitado para salir, amar, luchar, y emprender la transformación del mundo. Nos falta ese soplo divino que encienda en fuego nuestro corazón apagado.

El fruto de la misericordia no se hace esperar. Surge una nueva creación; los miedosos ahora son valientes, los encerrados ahora salen. Llevan el mensaje y lo hacen comprensible en los diversos idiomas; hablan también el lenguaje de los niños, jóvenes, hogares, ancianos, para todos hay un mensaje de Cristo que ilumina su vida. Surgen muchos servicios, es una Iglesia con muchos ministerios, cada uno sirve según los dones que ha recibido. Ahora son mucho más unidos a Jesucristo que es la cabeza y con los hermanos, formando el Cuerpo de Cristo.

Tenemos que afirmar con toda verdad que la mejor y más grande manifestación de la misericordia de Dios es hacer que el cristianismo recorra las calles, que deje oír su voz, que se haga entendible en el lenguaje del mundo de hoy, tanto para jóvenes, como para adultos, y también para los que no han oído hablar de Dios. Hoy estamos llamados a ser una Iglesia misionera de la misericordia, que abre sus puertas y hace presencia en el mundo con el Evangelio

Para que sepamos cuánto vale una iglesia misericordiosa remitámonos a la historia de un individuo curioso que entró a una tienda de mascotas en un moderno centro comercial. Dentro de la tienda, llamó su atención el departamento de aves exóticas y preguntó por los precios de algunas: loros, cacatúas, etc., por lo que llamó a un empleado e inició el siguiente diálogo: Perdone usted —dijo el curioso al empleado—, ¿me puede dar el precio de este perico, por favor?

—Ese perico cuesta diez mil dólares — contestó el empleado. —¡Es muy caro! ¿Qué sabe hacer? —Tiene una licenciatura.

— ¿Y el que está más arriba? —Ésa es una cacatúa australiana y vale 25 mil dólares. —Pero... ¿qué sabe hacer? —Es bilingüe, tiene maestría y está certificada.
—¡Qué caro! ¿Y el que está más arriba... aquel que está escondido y parece un lorito australiano? —Ése vale cien mil dólares. —¡No puede ser! ¿Qué sabe hacer?
—No tenemos informes ni papeles, pero los otros dos le dicen jefe.

La Iglesia y los cristianos no valen por los títulos y maestrías que tienen, tampoco vale porque le digan jefe, aunque no sepa hacer nada. Vale porque es la Iglesia de Cristo y lleva en su alma el Espíritu Santo, el fuego de Dios, que la impulsa a ser misionera de la misericordia. El Espíritu Santo la hace políglota para entender a los otros, valiente para hablar de Cristo en horas difíciles, entregada a los demás, generosa con los pobres, servidora humilde de la humanidad y transparente para reflejar en su vida a su Creador y a su Salvador,

El valor de la Iglesia está en lo que lleva por dentro: la misericordia de Dios. Y si llevamos el Espíritu de Dios somos invaluables, y vamos a poder ayudar a cambiar el mundo según el corazón de Dios. Entre más adornemos nuestro exterior, es porque más vacío está el interior. Entre más Espíritu de Dios tengamos, seremos más misericordiosos, humildes, servidores, entregados, y dedicados a ayudar a Jesús para que su reino de haga visible.

Creo Señor que eres un Dios misericordioso, pero aumenta nuestra fe para permitir que el Espíritu Santo nos fortalezca y nos saque de nuestros miedos para ser valientes anunciadores del amor de Dios.

 

 

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