Marilyn,_Arturo y Taisha son parte de una familia raizal de San Andrés, dedicada al trabajo artesanal con palma de coco. Sus laboriosas manos crean sombreros, canastos y fruteros con este material natural, propio del Archipiélago, al tiempo que ayudan a preservar esta tradición.
Este año fueron nuevamente invitados a la Vitrina de Anato, espacio anual que no sólo reúne a profesionales del turismo de diferentes rincones del país y del mundo, sino que se convierte también es un escenario donde las diversas culturas y tradiciones se hacen visibles a través de la música, la gastronomía y el trabajo manual.
EL ISLEÑO dialogó con ellos, allí en marco de la edición 44 de esta importante feria, para conocer un poco más sobre este oficio y acerca de sus planes a mediano plazo.
‘Mista’ Bent indicó que lleva 41 años trabajando con esta palma, y que aprendió este arte durante el bachillerato, en el colegio Bolivariano hacia el año 1983; y en el Bautista, en el 85.
“Como yo lo aprendí pero después no vi que lo siguieran enseñando, quise convertir este oficio en una tradición familiar; así que cuando mis hijos crecieron comencé a enseñarles, al igual que a mi esposa”, explicó.
Trabajo sólo por encargo
Acerca de si tiene un local para exhibir sus creaciones, Arturo respondió que la mayoría de su trabajo es por encargo. En el caso de eventos como el de Anato, señaló que lleva varios años relacionado con el turismo y que por eso distintos ejecutivos y operadores del sector lo contratan para fabricar cierta cantidad de elementos, para decorar los hoteles; o para los stands y para regalar a los visitantes, como en el caso de la Vitrina.
“También he sido invitado a la feria Sabor Barranquilla, a exposiciones de Artesanías de Colombia y a ExpoColombia, en Miami (EE.UU.); aunque nuestro trabajo es adquirido igualmente en la isla, pero en cantidades menores, para decoraciones de bodas u otros eventos”, añadió.
Siendo un artículo tan llamativo y bonito, y tan especial desde su fabricación misma, sin el uso de pegantes u otro tipo de material, se esperaría que fueran ampliamente comercializados en San Andrés. Sin embargo, Bent recalcó que la gente busca estas artesanías en su color original: verde; y al ser una materia prima totalmente orgánica, con el paso de los días se va secando así que su color cambia, razón por la cual no pueden hacerse grandes cantidades para tenerlas guardadas.
“Por eso estamos buscando la forma de conservar el material para que no se dañe; sólo así podríamos hacer varios artículos para tenerlos guardados y venderlos posteriormente”, puntualizó.
Importancia de la enseñanza de este oficio
A su turno, miss Marilyn destacó la importancia de enseñarle a los más jóvenes de la isla, para preservar esta tradición raizal, y “como una forma de mantenerlos entretenidos”:
“Creo que es bueno enseñarle este tipo de oficios a los más jóvenes, para que estén libres de alcoholismo y de otras cosas, ya que manualidades como éstas los mantiene ocupados; ya sea con las palmas de coco o con caracolitos que recojan del mar. Son muchas las opciones de artesanías que podrían hacer con su creatividad”, enfatizó.
Así mismo, Taisha, la hija de los Bent Archbold, dijo que aprendió a tejer desde los 13 años y, aunque ya es licenciada en Educación Física y Deportes desde 2024, y siguió viviendo en Medellín (ciudad donde estudió), no lo piensa dos veces a la hora de apoyar a sus padres cuando son invitados a este tipo de eventos.
Para ella, sí es fundamental que este tipo de saberes tradicionales se perpetúen en el tiempo, por lo cual está planeando, junto a su padre, enviar una propuesta a la Gobernación para que puedan dar clases a niños y adultos que quieran aprender a elaborar estas artesanías.
“Para mi es fundamental que estos conocimientos ancestrales no se pierdan con el tiempo, porque cada vez somos menos los interesados en esta clase de cosas. Tenemos que procurar que se preserve nuestra cultura y nuestras tradiciones, también alrededor de este oficio que nosotros hacemos; así como dan clases de baile o de música, como esto también es tan típico, deberían estarlo enseñando en las aulas o en la Casa de la Cultura”, concluyó la joven profesional.