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Habitarse Mujer

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Tatiana.Howard.RegifoAquella casa no le trae ni buenos ni malos recuerdos. Allí vivió su infancia, su primer amor y las penurias familiares. Ha pasado los últimos años intentando ser la mujer perfecta, la mujer heroína e incluso llevar una vida común y corriente.


Sabía ser una buena niña. No daba qué hacer y guardaba muy bien los secretos, sobre todo los deshonrosos para la familia. Asistía a las clases dominicales de catecismo y recitaba de memoria la historia de la reina Vasti de Persia y el libro de Ester. Si el rey la hubiera mandado a comparecer a aquel banquete, ella también lo habría rechazado, por muy obediente que fuera. Que supiera guardar silencio no significaba que no se atreviera a transgredir los mandatos de los hombres. Ya a esa edad entendía bien lo que significaría para ella ser mujer.

¿En dónde tendría que cortar el cordón umbilical para reparar la historia, si aquellas mujeres no tenían pecado alguno más allá del color oscuro o marrón de su piel?

La casa, de ambientes amplios y bien cuidados, destacaba por su buena iluminación y ventilación. Un terruño… Hubo cabida en ella para las necesidades de todo aquel que se presentara como desamparado o desamparada. Ofreció un lugar cómodo para los hombres indecisos. Desterró a más mujeres que hombres. En esa casa vivieron su bisabuela, a quien no conoció; su abuela materna y paterna; su madre y sus cuatro tías maternas; sus dos hermanas y las mujeres desconocidas del linaje paterno.

Hoy queda un gran solar donde crecen bifloras, una cocina a medio construir, una caja llena de libros sobre misticismo y un fervor hacia lo divino. Prevalecen también los rencores, aunque en menor medida. Se han disipado las emociones malsanas y la autoflagelación.

¿Qué significaba ahora este terruño? Sigue siendo un refugio, como en la infancia. Un lugar al que puede volver las veces que desee. Un lugar que sabe cuidar, que la enternece.

Ahora se pasea por las habitaciones contoneando las caderas con sensualidad. Reconoce el poder de la belleza, cultiva la intuición, aviva la llama de la curiosidad. En los ires y venires como mujer, la vieja casa ha sido arrasada o sepultada bajo tierra. También la ha visto tomar forma con las palabras.

En aquellas paredes se amó indistintamente de la correspondencia. Las heridas aparecen indistintamente del rincón de la piel. Se habita como mujer junto a todas aquellas que lidiaron con la violencia estructural. Se habita en aquella casa con dignidad.

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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.

 

 

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