El primer domingo de Cuaresma presenta las tentaciones, labor en la que el Demonio es especialista. Lo que más preocupa al príncipe del mal, es que nosotros comencemos un proceso serio de conversión, para lo cual él pondrá todas las tentaciones posibles de tal forma que eso no se dé.
Los invito a fijarnos no tanto en las maneras empleadas por el demonio para hacernos caer, sino en cómo enfrentar las tentaciones.
Hay una afirmación de san Pablo a los Romanos en la que vamos a centrarnos: “si profesas con tus labios que Jesús es Señor, y crees con tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo. Pues con el corazón se cree para alcanzar la justicia, y con los labios se profesa para alcanzar la salvación” (Rom 10, 10s). Profesar públicamente la fe nos hace fuertes para no caer en tentación. Esto lo comprobamos en las lecturas de hoy.
La primera lectura habla del pueblo de Israel que ya está gozando de las bondades de la tierra prometida, pero Moisés le advierte de tentaciones muy fuertes, como la de creerse libres y no necesitados de que Dios lo defienda; además de la tentación de servir a otros dioses como lo hacen los pueblos vecinos; pueden caer en el individualismo y volverse injustos, y que cada uno agarre la mejor parte sin pensar en los demás (Cfr Dt 26, 4 – 10).
¿Cómo enfrentar y vencer esas tentaciones? Muy inteligentemente Moisés encuentra el punto clave, que consiste en recordarle lo que Dios ha hecho por su pueblo. Les dice, entre otras cosas: “Mi padre fue un arameo errante, que bajó a Egipto, y se estableció allí… Los egipcios nos maltrataron. Entonces clamamos al Señor, y el Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte y brazo extendido, y nos trajo a este lugar, y nos dio esta tierra, una tierra que mana leche y miel. Por eso, ahora traigo aquí las primicias de los frutos del suelo que tú, Señor, me has dado” (Dt 26, 5ss).
Ese recuerdo deben creerlo y repetirlo continuamente, porque así fue como se hicieron pueblo. A ese Dios hay que darle ofrenda y postrarse ante su presencia. Eso significa volver a poner al Señor como centro de su historia. Lo que han vivido en carne propia, es fruto de su experiencia más significativa e importante en toda su historia. Recordar el amor con el que han sido amados los previene para no caer en manos de otros dioses.
Porque Dios ha sido bueno, nos la jugamos por él, le ofrecemos nuestra ofrenda y ante él nos postramos. A eso nos invita el salmo: “Tú que habitas al amparo del Altísimo, que vives a la sombra del Omnipotente, di al Señor: Refugio mío, alcázar mío, Dios mío, confío en ti» (Sal 91, 1 – 2).
En el evangelio encontramos al Demonio, al concluir los 40 días de ayuno de Jesús en el desierto, haciendo varios intentos para que el Señor caiga en tentación. Las fuerzas físicas de Jesús están mermadas y comienza arremetiendo para que se deje llevar por los deseos del estómago y que pida que las piedras se conviertan en panes.
Esta primera tentación consiste en hacer creer que lo más importante es tener el estómago lleno, como dicen, barriga llena, corazón contento. Pan y circo como se hace con los pueblos. Jesús tiene una convicción muy profunda, arraigada en la palabra de Dios: “no solo de pan vive el hombre” (Lc 4, 4).
Hay alimentos que nutren el alma, tales como estar llenos de Dios, o experimentar placer al hacer el bien a los demás, cumplir a cabalidad nuestra misión hasta sentirnos satisfechos… El demonio sigue tentándonos a nosotros en este sentido, y muchos caen y se dedican a llenar su estómago de pan material, de dinero y se olvidan del alimento espiritual y del alimento de gastar la vida por propósitos nobles.
Intenta nuevamente el demonio tentar a Jesús, y esta vez le hace notar que es una figura socialmente reconocida y aceptada, lo cual da para acrecentar su fama y éxito sin fin, por eso le muestra todos los reinos del mundo. No es nada despreciable la tentación. La fama, el deseo de figurar y ser reconocidos socialmente hacen parte de nuestros deseos. Si Jesús cae, implica que debe ponerse de rodillas ante los poderosos del mundo, los que manejan la maquinaria de la fama y del éxito, que haga lo que ellos piden y que se dedique a lo de ellos.
Jesús vuelve a valerse de la Palabra de Dios en donde encuentra esta convicción profunda: “«Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto” (Lc 4, 8). Los intereses de los poderosos no calan en los propósitos de Jesús, porque él ya le ha dado su corazón y su vida al Reino de Dios, donde el amor, la justicia, la paz, la fraternidad es lo único que le interesa, aunque vaya a terminar colgado en una cruz. Ojalá aprendamos de Jesús.
El demonio nunca se rinde, está entrenado para hacer hasta lo imposible con tal de atrapar nuestro corazón. Ahora lleva a Jesús a poner en tela de juicio la existencia y el poder de Dios, proponiéndole que se suba a lo alto del templo y se lance desde allí, porque si Dios existe lo salvará. Aunque utiliza el argumento bíblico de que “a los ángeles ha dado órdenes para te cuiden” (Lc 4, 10), Jesús le hace notar que malinterpreta la Palabra. Advierte el Señor que «Está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios” (Lc 4, 12.
Dios no va a hacer lo que nos corresponde a nosotros; tampoco va a ponerse a nuestra orden atendiendo nuestros caprichos. La tentación consiste en poner a Dios a nuestro servicio; Jesús revierte e invita a ponernos al servicio de Dios, y lo dice: «Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto” (Lc 4, 12s)».
El demonio sigue tentándonos de mil maneras y con estrategias peligrosas, disfrazadas de bondad. Seamos fuertes e inteligentes como Jesús. Hagamos el ejercicio de descubrir todo lo que Dios ha hecho en nuestra vida personal y familiar; descubramos experiencias evidentes de su amor. Nunca olivemos eso y recordémoslo siempre. Nuestra defensa ante la tentación consiste en profesar con convicción lo que Dios es para nosotros y cómo nos ha mostrado su amor misericordioso. Eso es lo que tenemos que gritarle al demonio para callarlo.
Creo Señor que tú eres nuestro único salvador y que tu amor nos salva de todas las tentaciones, pero aumenta nuestra fe para que luchemos contra las propuestas del maligno que pretenden alejarnos de ti y de nuestros hermanos.
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.