“Los cartageneros tienen el derecho y la obligación de romper el hechizo de la mediocridad que les impusieron sus líderes, de revelarse contra la medianía…”.
El porvenir de Cartagena no depende del azar. No es la casualidad lo que definirá su suerte sino, por el contrario, un proceso de causalidad, de causa efecto.
La ciudad estuvo inmersa en una lamentable inacción que la postró por años, impidiendo que se hicieran obras de impacto y amplio beneficio colectivo. Esa parálisis tampoco fue obra del albur, sino de una explícita incapacidad de ejecución por parte de quienes detentaron el poder desde el palacio de la Aduana en los últimos años.
Detrás de la desidia de los líderes estaba una comunidad que se fue alimentando de la conformidad, la pasividad y la desesperanza. Con la desidia se fue creciendo la pobreza, la desigualdad, la violencia, el encono social, la inseguridad, la falta de oportunidades para los jóvenes, que comenzaron a caer en la trampa de las organizaciones delictivas que les abrían las puertas falsas del delito, a cambio de los pesos que no tenían en familia.
Los cartageneros tienen el derecho y la obligación de romper el hechizo de la mediocridad que les impusieron sus líderes, de revelarse contra la medianía, la trivialidad, dejar el adocenamiento a un lado y afianzarse en motivaciones que engrandezcan su mente y su espíritu.
La conformidad, la quietud, la poca cosa deben dar paso a una aspiración de grandeza, de creciente orgullo por un terruño que despierta admiración y afecto en los de fuera, pero que poco recibe de sus hijos, anclados en una quejumbre arraigada en el inconsciente colectivo como una rémora que no ha permitido navegar hacia un puerto deslumbrante y seguro.
Aquella frustración colectiva tuvo expresión política en contra durante las elecciones de 2023, cuando una mayoría nunca antes vista lo expresó en las urnas al elegir a Dumek Turbay Paz como alcalde mayor de Cartagena, quien prometía transformar la ciudad, devolverle su grandeza adquirida en las épocas más significativas de su historia, construirle un rumbo diferente, esperanzador
A esa nueva actitud de compromiso, a soltar las amarras de la negación, a construir una nueva ciudad y con ella otra realidad, viene convocado el alcalde Turbay Paz aún antes de llegar al cargo.
Está mostrando el camino para respirar un nuevo aire, dejando atrás el lenguaje del desánimo. Su narrativa es clara y busca ser también convincente, amarrada a la acción, a hacer cosas en grande para beneficio colectivo, porque grande es el anhelo que lo mueve.
Los cartageneros tienen el futuro de su ciudad y el suyo propio en sus manos. Es hora de escribir la nueva historia.