Un estudio de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) halló posibles causas, por las que se estaría dando una drástica reducción de peces ‘roncos’ en distintos sitios del Caribe; una de ellas sería su poco contacto con otras variedades de esta especie.
Según publicó el portal ‘Periódico UNAL’ el pasado 4 de febrero, estos peces que son emblemáticos en las costas del mar Caribe, son llamados así por el sonido que emiten (similar a un ronquido) cuando se sienten amenazados por otras especies.
El medio también señaló que alcanzan longitudes de entre 25 y 40 cm, que resultan valiosos para las comunidades pesqueras locales y que son sustento de las personas que habitan estas zonas, por la calidad de su carne.
Además, por alimentarse de organismos invertebrados y de peces más pequeños, juegan un papel crucial en el equilibrio del ecosistema marino, contribuyendo a regular las poblaciones de estas especies y ayudando a mantener la salud y estabilidad del entorno marino.
Dramática disminución
El 'ronco jeníguano' (Haemulon aerolineatum) se caracteriza por tener tonos plateados, con rayas marrón o dorado a lo largo del cuerpo, mientras que los colores del 'ronco atlántico' (Haemulon atlanticus) son más variados, entre grises y plateados, con manchas o rayas más oscuras, y prefieren habitar fondos blancos.
La investigación inició a raíz de que estas dos especies presentan el fenómeno de ‘cuello de botella’: como se conoce al descenso drástico de individuos en una población; situación que motivó a un equipo de expertos a obtener datos de estos peces, encabezado por el biólogo marino Arturo Acero, profesor de la UNAL Sede Caribe, en colaboración con el profesor José Julián Tavera, de la Universidad del Valle.
El estudio se basó entonces en el análisis de microsatélites, es decir, de pequeños fragmentos de ADN que aunque no cumplen funciones específicas en la evolución, sí permiten evaluar la variabilidad genética de las poblaciones. De ahí que el equipo iniciara recolectando pequeñas muestras de aleta pectoral de más de 200 individuos de H.aurolineatum y de H.atlanticus en seis puntos estratégicos del Caribe continental, desde el golfo de Urabá hasta la isla de Margarita, incluyendo sitios como Santa Marta, Barú, La Guajira y Capurganá.
Análisis genético
Luego, las muestras se llevaron al Laboratorio de Ictiología de la Universidad del Valle, en donde se extrajo el ADN a fin de comparar los perfiles genéticos de los peces para identificar su variabilidad genética y las diferencias entre poblaciones.
“Para el estudio utilizamos 12 marcadores microsatelitales específicos, evaluamos la variabilidad genética e identificamos patrones de estructuración poblacional mediante programas avanzados como Structure y Arlequin”, explicó el profesor Acero.
Los datos obtenidos permitieron identificar tres poblaciones genéticas en H.aurolineatum: una predominante en Capurganá y Santa Marta, con 72 individuos; otra en el golfo de Morrosquillo, con 28; y una tercera en la isla de Margarita, con 27. En el caso de H.atlanticus se determinaron dos poblaciones principales: una con 49 ejemplares localizada en Capurganá y Barú, y otra con 57 individuos en Santa Marta y La Guajira.
A través de este trabajo, también se pudieron establecer patrones de variabilidad genética. Por ejemplo, las poblaciones de H.aurolineatum –relacionadas con hábitats arrecifales– mostraron mayor diferenciación genética debido a la fragmentación de su hábitat, ya que los arrecifes son escasos y están dispersos en el Caribe colombiano.
Según señaló Acero, la fragmentación aumenta las probabilidades de endogamia (cruce entre individuos de una misma población) y reduce el tamaño efectivo de las poblaciones, lo que las hace más vulnerables a factores externos como la sobrepesca y el cambio climático.
Otro aspecto destacado por el biólogo fue que en la diversidad genética, la etapa larval es clave para entender su dispersión. En el ciclo de vida de ciertos organismos marinos esta etapa se refiere al momento en que las larvas están en la columna del agua, separadas del fondo marino, y medianamente a merced de las corrientes marinas; a esto último que se atribuye su capacidad para desplazarse a grandes distancias, facilitando su dispersión y el intercambio genético entre diferentes poblaciones.
Lo que observó la investigación es que la etapa larval de estos peces es corta (2-3 semanas), lo cual estaría limitando el intercambio genético entre poblaciones lejanas. Sin embargo, H.atlanticus, que suele habitar fondos areno-fangosos más extensos y homogéneos, presenta una mayor conectividad genética entre sus poblaciones, dado que sus larvas tienen mayor probabilidad de dispersarse ampliamente durante su fase pelágica y eso facilita el flujo genético entre diferentes áreas.
En conclusión, la investigación determinó que entre ambas especies existen diferencias genéticas, y esto abre la posibilidad de que cada población tenga sus propios parámetros demográficos y genéticos; por lo que, eventualmente, podrían responder de manera distinta a las presiones ambientales y a las prácticas de pesca locales.
Por lo anterior, una de las recomendaciones del equipo fue implementar medidas de manejo que consideren estas diferencias, tales como vedas específicas por región; y controles más estrictos, sobre la captura en áreas críticas para la reproducción.
Panorama en el Archipiélago
Dado que el mencionado estudio no incluyó a las islas en esta ocasión, EL ISLEÑO dialogó con el profesor Acero, para saber si este descenso en las poblaciones de ‘roncos’ también se presenta en el Archipiélago.
El biólogo, que está radicado en Santa Marta pero que viaja permanentemente a San Andrés para realizar trabajos de investigación o para dictar cursos, cuenta además con una maestría en Biología Marina y con un doctorado en Ecología y Biología Evolutiva.
Este profesional manifestó que en las islas no se ha analizado concretamente el estado de los ‘roncos’, pero que en otras investigaciones sí se ha hallado un preocupante descenso en especies muy importantes como los peces 'loro' y otros organismos, que son vitales para el equilibrio del ecosistema; así como en especies más grandes y comercialmente claves, como los meros y los pargos. Todo, debido a prácticas de pesca excesiva.
“Actualmente existe un proyecto que está siendo evaluado por el Ministerio de Ciencia, para estudiar precisamente la biodiversidad del Archipiélago (y del Caribe colombiano en general), y ahí podremos determinar el estado de estas poblaciones. Pero lo que sí podemos decir hoy, es que hay mucha sobrepesca costera, pegada de la orilla, lo que ha provocado un deterioro muy marcado en todas las especies de importancia comercial y de subsistencia en la isla”, indicó.
Lo crítico de pescar en esas zonas cercanas a la costa, en aguas someras, es que –en palabras de Acero– allí ocurre lo que los biólogos marinos llaman ‘reclutamiento’, o sea, el fenómeno mediante el cual las larvas de peces o de otros organismos suelen ser vistos con facilidad. Y, como se mencionó anteriormente, la etapa larval es clave para entender la dispersión de estas especies.
En síntesis, no se tiene todavía claridad si las poblaciones de ‘roncos’ han disminuido o no en el Archipiélago, pero el proyecto señalado por el profesor de la UNAL sería el primer paso para determinar su estado y el de otras especies marinas, lo cual sería un insumo valioso para robustecer políticas de conservación y de protección en el territorio insular.
“Obviamente se trata de estudios a mediano plazo (ojalá por cinco años al menos, o mínimo por tres) para tener una idea certera de lo que está ocurriendo, puesto que sería necesario hacer monitoreos constantes en áreas (de unos pocos kilómetros cuadrados) donde no esté permitido pescar por las autoridades, para luego compararlas con el resto de zonas y ver si hay una recuperación. Sólo así se comprobaría si existe una disminución o no de estos peces”, puntualizó el biólogo marino.
(Foto: Ricardo Betancur, profesor de la Universidad de California, EE. UU.)