San Andrés se encuentra entre el desarrollo sostenible y la crisis. A diario, la isla se enfrenta a contrastes palpables: por un lado, celebra el Foro CILAC que atrae a casi dos mil visitantes internacionales promoviendo el intercambio de conocimientos y la innovación, o gestiona eventos como la feria de emprendimientos locales ‘Enjoy San Andrés’ que dan cuenta del joven dinamismo empresarial de la región.
Sin embargo, mientras se destacan estas iniciativas, la isla enfrenta otra realidad sombría. La violencia y la inseguridad aparecen cíclicamente con hechos criminales que enlutan a la población afectando, de paso, la imagen del destino. De esta forma, los visitantes, aunque atraídos por eventos y oportunidades comerciales, ambientales o culturales, deben lidiar con la preocupación de la seguridad, que opaca los avances logrados en otros sectores.
Además, está el cambio climático con su desafío apremiante. Los efectos de fenómenos ciclónicos y la erosión costera se sienten con fuerza. La carencia de una infraestructura sanitaria adecuada agrava la situación, pues la precaria capacidad de respuesta frente a emergencias de este tipo pone en riesgo tanto a habitantes como a visitantes. Las lluvias torrenciales y el aumento del nivel del mar son señales de alerta que no se pueden subestimar.
En medio de estas dificultades, San Andrés también lucha por preservar uno de sus tesoros más preciados: los arrecifes coralinos. Estos ecosistemas, fundamentales para la biodiversidad marina, la economía y la seguridad local, están siendo severamente afectados por la contaminación. Los esfuerzos para protegerlos son múltiples, pero la falta de recursos y el crecimiento urbanístico desmedido siguen amenazando su existencia.
La isla se ve atrapada entre las luces y sombras de su propio progreso. La conectividad con el mundo y el esfuerzo por ser un referente en innovación y emprendimiento –también en el agro–, contrastan por ahora con el poco alcance de políticas públicas eficientes que respondan a las necesidades urgentes de la población y del medio ambiente. Mientras tanto, los habitantes, resilientes, continúan su lucha por un futuro mejor.
San Andrés, un territorio que debe ser ejemplo de desarrollo sostenible, se enfrenta a retos que requieren acciones urgentes. Para que la isla logre superar sus desafíos y brinde un futuro promisorio a sus habitantes y visitantes, es esencial que se prioricen –aún más– soluciones integrales que combinen la preservación ambiental con el fortalecimiento de la infraestructura social y económica. Solo así, podrá dejar atrás los contrastes que la definen y avanzar hacia una genuina prosperidad.