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elisleño.com - El diario de San Andrés y Providencia.

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DAR...

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SANABRIA.OBISPOCon mucha frecuencia, el Evangelio propone valores y prácticas que resultan escandalosas para la sociedad, y por lo tanto de difícil aceptación y asimilación. Es el caso de hoy, en el que el mensaje de la Palabra de Dios se concentra en una sola palabra y esta es el verbo dar. Esta acción tiene un profundo fundamento espiritual.

Pero comencemos reiterando la dificultad que tenemos todos los seres humanos de asimilar y de poner en práctica este verbo dar, en una sociedad donde esta palabra casi no se escucha y mucho menos se practica. Esta historieta deja ver esta tendencia.

Se lee en un cuento popular que, en una ocasión, el Ministro encargado del cobro de los impuestos en un Imperio, de cuyo nombre no quiero ni acordarme, fue a lavarse los pies a la orilla de un estanque y, por un descuido, cayó al agua. De inmediato se congregaron en el lugar varias personas que, tumbadas bocabajo en el borde del estanque, tratando de socorrerle, le decían:

– "¡Deme su mano!".
Con asombro de los presentes, el Ministro, aunque se estaba ahogando, no alargaba su mano. En ese momento pasó por allí un súbdito suyo, llamado Avanti. Y, al observar lo que ocurría, gritó:
– "¡Ministro, tome mi mano!".
Al instante, su Excelencia se agarró a la mano de Avanti y salió del estanque.
Como todos los presentes se mostraban asombrados, Avanti les explicó:
- Amigos, el Ministro de Impuestos no conoce el significado del verbo “dar”, pues él sólo se dedica a “coger” y “recibir”.

Esta práctica de coger, acaparar, acumular y recibir no se puede aplicar a unos pocos y a los que más tienen; es una práctica generalizada. Los conflictos que estamos afrontando en estos momentos en diferentes partes del mundo: guerra en Ucrania, guerra en Palestina, Guerra en Colombia y en otras latitudes, tienen como trasfondo el mismo, el afán de poseer, de coger y de acumular.

Nuestro conflicto colombiano es de difícil negociación precisamente porque los interesados en el diálogo apuntan más al coger que al dar, y así es muy difícil llegar a puntos de acuerdo. Pero sin ir tan lejos, todos fuimos educados para poseer, de tal manera que una vida exitosa se mide por la cantidad de riquezas acumuladas. El afán de dinero nos tiene locos. Es cierto que el dinero es necesario, pero el afán desmedido enloquece a la humanidad.

En el Evangelio de hoy, el Señor nos invita a detenernos en el verbo dar, y propone tres características; la primera es dar de lo que necesitamos; la segunda, dar todo cuanto poseemos; y tercera, dar todo lo que tenemos para vivir (Cfr Mc 12, 38 – 44). En las tres lecturas desfilan algunos personajes en los cuales nos podemos detener a reflexionar.

El libro de los reyes nos presenta a la viuda de Sarepta. Ante una sequía tremenda, escaseaban los productos y seguramente algunos morían. Elías, el profeta de Dios llega donde esta viuda y le pide agua y pan, ella, después de dar explicaciones de su situación, y también de escuchar al profeta que le promete bendiciones, entrega, da lo que necesitaba, da toda la harina, el aceite y el gua que tenía para vivir (Cfr 1 Re 17, 10 – 16).

Ella nos da unas lecciones muy bellas. Ella, aunque pasa necesidad es capaz de sacrificarse para que el profeta siga anunciando la confianza en Dios y siga llevando esperanza al pueblo golpeado por la sequía, por eso, da al profeta como si estuviera dando a Dios mismo. Además, ella va afianzando su fe en Dios, porque ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó. “Porque el Señor sustenta al huérfano y a la viuda, y trastorna el camino de los malvados” (Sal 145). Queda clara la lección, a quien da, nunca se le acabará.

En el Evangelio, sucede una escena en el atrio del templo, donde se depositan las ofrendas; allí aparecen algunos personajes, comenzando por los escribas, que practican a la perfección el verbo coger, captar, agarrar. Andan captando la atención, reverencias, honor y primeros puestos. Contrariamente a Elías que consuela a la viuda con una esperanza cierta, estos captan y devoran los bienes de las viudas a cambio de supuestos rezos que no dignifican su vida. Ellos dan algo de lo que les sobra, que en palabras muy comunes es como quitarle un pelo a un gato. En seguida aparecen los ricos, que obran de igual manera, dan buena cantidad, pero no implica para ellos ningún sacrificio.

Aparece una viuda, se acercó a la alcancía y echó dos monedillas, es decir, un cuadrante. Jesús alaba esta donación por encima de las grandes cantidades de dan los demás, Es porque en ella se cumplen las tres condiciones del dar: da de lo que necesita; da todo cuanto posee; y da todo lo que tenía para vivir. Este es el dar perfecto, que lo encontramos también en la carta a los hebreos que nos dice que, “de la misma manera, Cristo se ofreció una sola vez para quitar los pecados de todos” (Hb 9, 27). Cristo dio todo para salvarnos; él es el modelo del dar, de donar, de entregar su vida.

Dar nos hace grandes; dar nos asemeja a Jesucristo; Dar nos enriquece; dar ensancha nuestro corazón; dar nos abre las puertas del cielo; dar nos permite ser verdaderamente humanos; dar soluciona los grandes problemas de la humanidad; dar no hace benefactores de las grandes bendiciones divinas.

Estos son mi madre y mis hermanos, los que, como María Santísima, se dan por amor, y ayudan a construir un mundo solidario, fraterno y justo.

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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.

 

 

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