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Curaçao y San Andrés, unidos por el mensaje de una botella

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En 1.991 un joven de 16 años escribió una carta y lanzó una botella, con ella dentro, desde una playa de Curaçao. El objeto atravesó el mar Caribe y a los 21 días fue encontrado por una sorprendida y curiosa mujer en las playas de Sound Bay en San Andrés, en una odisea de aquellas que no ocurren todos los días en este maritorio, de por sí, bañado de realismo mágico.

El pasado 21 de septiembre, 33 años después del suceso, en el marco de la Feria del Libro de San Andrés (FILSAI), se conocieron en persona Claudine Bancelin y Rajender Rampersad, los protagonistas de esta historia poco verosímil que sólo puede pasar en el mágico Caribe.

Tan fabuloso ha sido todo alrededor de la búsqueda del enigmático autor, que inspiró a la periodista barranquilla a escribir un libro. De ahí que en marco del evento, que culminó precisamente el sábado anterior, emisario y receptora se reunieron, con el ‘mar de los siete colores’ como testigo de este hecho, narrando el hecho y firmaron autógrafos en los textos impresos.

Con motivo de este anecdótico caso, ambos hablaron con EL ISLEÑO para dar cierre a una primera crónica realizada en noviembre de 2023, cuando Bancelin viajó a Curaçao para tratar de encontrar al remitente que firmaba sólo como ‘Rampersad’.

Búsqueda en el propio Curazao

En diálogo con la periodista, en 2023, comentó que había retomado la búsqueda del autor del escrito, que que fue a parar en San Andrés 21 días después de haber sido arrojada la botella y transportada por el vaivén de las olas, hasta parar en manos de la también escritora costeña, durante un recorrido mañanero junto a su esposo.

“Básicamente, el texto decía que quien lo enviaba era un hombre de Curazao, que hacía 21 días había lanzado la botella al mar para ver cuánto tiempo podía resistir navegando en sus corrientes, antes que alguien la encontrara. En el escrito brindaba su P.O.Box en Curaçao; desde ese momento le escribí, respondiendo que la había encontrado y él me volvió a escribir al Apartado Aéreo en San Andrés que le indiqué. Por eso ahora estamos buscándolo”, narró en ese entonces.

En noviembre del año pasado Bancelin viajó a esa isla, y valiéndose de sus contactos periodísticos, logró que un medio local la entrevistara y le publicara su relato el 18 de ese mes; indicando que cualquier información se canalizaría a través del correo electrónico de la periodista Valesca Diaz, autora de la nota.

En efecto, al día siguiente en la noche, la barranquillera recibió un mensaje del periódico donde le mandaban el correo de un hombre que había escrito a ese medio y que se apellidaba Rampersad.

Aunque ella le escribió inmediatamente, llegó el día de salir de Curazao y hasta ese momento no había recibido ninguna respuesta; sin embargo, no desistió de su búsqueda.

Magia caribeña

A 10 meses de lo anterior, ese encuentro por fin se concretó en el marco de la FILSAI 2024, cuando se vieron cara a cara el 21 de septiembre, en la playa de Sound Bay donde Claudine encontró la botella hace 33 años.

Sobre sus sensaciones después de tantos años de lo ocurrido, y que el haber encontrado ese mensaje trajera como consecuencia la publicación de un libro, la periodista respondió que todo lo que ha sucedido ha sido muy inesperado; y lo calificó como algo mágico.

“Que haya llegado la botella, que yo la haya encontrado, que haya podido ir a Curaçao, que lo haya encontrado allá a través de la prensa y que ahora que haya ocurrido este festival, de que lo hayan invitado y que hayamos sacado un libro, ha sido una sucesión de acontecimientos mágicos, como sólo sucede en el Caribe: donde las cosas se dan y uno no sabe por qué la magia brota siempre por todos lados”, expresó.

Acerca de lo que pasó después de su viaje a Curaçao el año pasado, explicó que aunque el periódico lo buscó y hubo una página completa hablando a él, no logró ubicarlo durante su recorrido allí porque la crónica salió dos días después de su entrevista; y ella seguía su periplo hacia Bonaire.

Igualmente, narró que sí se comunicó con la mamá de Rajender, quien no tenía contacto permanente con él. Después de eso sí empezó a escribirle por medio del correo electrónico y del Whatsapp.

“De hecho, realmente el encuentro fue el mismo 21, cuando teníamos la presentación del libro; razón por la que lo llevé a la playa a donde llegó la botella. Una vez allí él seguía sin creerlo, pero igual se tiró al mar de Sound Bay; y mientras él se bañaba, yo tomé una piña colada y les conté la historia a los chicos del kiosquito que me sirvieron la bebida. Lógicamente les parecía una historia increíble”, comentó.

Sobre la botella, Bancelin dijo que se trataba de grande (que describió como ‘pipona’) la cual contenía el mensaje. Este a su vez tenía un texto y un dibujo de unas montañas pintadas, que en principio ella pensó que era “un adornito” puesto por el autor.

“Entonces, cuando fui a Curaçao empecé a buscar la playa con unas montañas de espalda al mar; y cuando la encontré, supe que las montañas eran un mensaje más, porque tuvo que haber nadado un poco mar adentro para poner la botella, porque si la hubiera puesto en la playa, ésta se hubiera devuelto”, indicó.

Claudine cerró diciendo, que al encontrar la botella nunca se imaginó que algo así ocurriría en su vida; y que pensó que sólo el hecho de recibir el mensaje, ya era suficientemente grandioso como para que algo más fuera a suceder.

“Todo esto ha sido una catarata de magia, no se le puede decir de otra manera; o de poesía, porque como decía Samuel Ceballos, la poesía no es sólo escribirla o que solamente esté en las letras, sino que también son actos, que está presente en las cosas que suceden. Cuando él me dijo esa frase, que en su momento no entendí; pero ahora es que la vine a entender”, puntualizó.

El mar: transportador de mensajes

Por su parte Rajender Rampersad, hoy de 49 años, señaló que no recuerda el día exacto en que mandó el mensaje, pero sí está seguro que tenía 16 años.

“Lo mandé pensando en que alguien algún día lo encontraría, y porque leí en un relato que antes la gente lanzaba botellas, como los piratas y otros, para hacer experimentos de la corriente marina y similares. Entonces me dije: voy a probar a ver qué sucede… Y miren, llegó a una isla que no conocía antes, que no sabía que existía”, señaló.

Al preguntarle cómo se había enterado de que alguien lo estaba buscando, respondió que 21 días después de haber lanzado la botella le habían escrito, diciéndole que había llegado a San Andrés. “Después mi mamá y mi hermano vinieron, pero no la encontraron a ella (a Claudine); luego, el año pasado vi en el periódico que me estaban buscando y fue así como la contacté. ¡Y aquí estoy!”, expresó visiblemente contento.

Cuando supo que alguien estaba investigando sobre su paradero, asegura que se sorprendió porque la historia venía otra vez a su cabeza, reviviendo la historia; y sobre todo porque su mamá fue quien vio el periódico y le dijo que lo estaban buscando.

Para concluir, Rajender manifestó que se dedica a las investigaciones marinas con turistas, a través de un centro de buceo y de ‘snorkeling’ de su propiedad. Sobre San Andrés, señaló que ve mucho potencial a la isla como producto turístico.

Inclusive, aseguró que le parece más lindo que Aruba y que otras islas en el Caribe, aunque recalcó que este destino no es tan conocido, como otros países en el área; por lo que dijo que de ahora en adelante vendría más seguido aquí, dado que ya se ha estrechado un vínculo especial con el Archipiélago.

“Me he sentido muy bien en esta isla. Estoy muy contento por cómo me recibieron durante la feria, y sigo sorprendido viendo mi nombre dentro de un libro contando esa historia. No me gusta vincularme con nada; me gusta escribir, sí, pero más como incógnito; por fortuna el nombre es muy conocido, entonces puede ser cualquier persona”, concluyó entre risas.

 

 

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