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La grandeza de Dios por sobre la mezquindad humana

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SANABRIA.OBISPOEn los últimos domingos, Jesús está dedicado a la tarea de formar a sus discípulos según el corazón de Dios. La misión de un seguidor de Cristo es anunciar el reino de Dios, pero no solo con palabras, sino con hechos concretos como abrir los oídos al sordo, porque la fe sin obras está muerta.

Les ha remarcado una y otra vez que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres, dejándoles claro que también ellos deben entregar la vida en vez de estar buscando los puestos de honor. Hoy el Señor enseña que Dios está muy por encima de la mezquindad humana. Valgámonos de esta historieta que tiene mucho de realismo.

Una vez, un búho que estaba en cautiverio volvió a la selva, y les contó a los demás animales las costumbres de los humanos, entre ellas la de hacer concursos de canto en la televisión. El búho quiso trasplantar esa costumbre y organizó un concurso al que se inscribieron casi todos los presentes. Se decretó que el concurso se definiría por el voto de todos los concursantes.

Todos los animales incluido el hombre pasaron al estrado, recibiendo aplausos. Los participantes que competían anotaron su voto en un papelito y lo colocaron en una urna. La votación fue total y secreta digna de la mejor democracia. Uno de los ancianos sacó el primer voto y el búho ante la emoción general anunció, voto para el burro. Segundo voto, para el burro, tercero y los concursantes comenzaron a mirarse sorprendidos, cuando proseguían se avergonzaron de sus votos. Todos sabían que el canto del burro era desastroso. Y así sucedió que el desigual y estridente grito del burro fue el ganador.

Cada concursante, considerándose el ganador, había dado el voto al menos preparado de los concursantes. Solo dos votos no fueron para el burro, el del propio burro que votó por la calandria y el del hombre que votó por sí mismo.

Estas son las cosas que hace la mezquindad en la sociedad, cuando nos creemos tan merecedores que no podemos ver más allá de nosotros, o nos creemos tan maravillosos, muchas veces la vanidad y la estupidez nos vuelve mezquinos. Con frecuencia resultan elegidos los menos dotados para dirigir porque la mezquindad nos enceguece. La gran ironía es que solo el burro votó con sensatez, su voto fue por la calandria, que ciertamente canta mejor que él. A los demás, la mezquindad los traicionó.

Como han dicho algunos psicoanalistas y filósofos, “el yo es un miserable”. Proyectar en los otros nuestra propia mezquindad es un procedimiento vinculado al narcisismo y a la ignorancia. Herbert, dice que “el mezquino lleva en sí su propio infierno”.

En las lecturas de hoy encontramos dos casos de mezquindad. El primero en el libro de los números. “El Señor bajó en la Nube, habló con Moisés y, apartándose algo del espíritu que poseía, se lo pasó a los setenta ancianos; pero también se posó sobre Eldad y Medad, aunque no estaban en ese momento, y ellos se pusieron a profetizar en el campamento. Un joven intervino ante Moisés para que se lo prohibiera; Moisés respondió: Ojalá todo el pueblo del Señor recibiera el Espíritu del Señor y profetizara (Cfr Nm 11, 25 – 29).

El segundo caso lo narra el evangelio. Juan, el discípulo amado, que lleva ya un proceso de formación, sin embargo, deja salir la mezquindad humana. “Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no viene con nosotros. El Señor interviene: No se lo impidan… el que nos está contra nosotros, está a favor nuestro (Cfr Mc 9, 38 ss). Si en ambos casos hubieran acudido al voto, tal vez habían rechazado a Eldad, Medad y al hombre del evangelio.

Entresaquemos algunos criterios para nuestra vida espiritual. El primero: Alegrémonos del bien y valoremos a quien lo hace. Los cristianos no debemos sentir celos sino alegrarnos si alguien que no es de nuestra Iglesia o de nuestro pequeño grupo, obra el bien en nombre de Cristo, siempre que lo haga con recta intención y con respeto. Tenemos que aprender a valorar lo que otros hacen. Una familia es más sólida cuando valora y agradece lo que el otro hace.

Segundo criterio, las semillas de la verdad y de la bondad están sembradas en todos los corazones. Dios no es propiedad privada de una persona, de un grupo o de una institución. Dios puede obrar cosas buenas y hasta prodigiosas incluso fuera de nuestro círculo. No pretendamos monopolizar la acción salvadora de Jesús, pensando que Él actúa solo a través de nosotros, porque Dios ha puesto semillas de bondad en todos los corazones, así que no somos los únicos portadores de la verdad.

Tercer criterio, en vez de ponernos a vigilar lo que hacen los otros, cuidémonos de no dar motivo de escándalo”. Escandalizamos cuando nuestras manos se llenan de riquezas que son fruto de injusticia (Cfr Sant. 5, 1 – 6).; cuando nuestros pies nos llevan detrás de intereses egoístas sin pensar en los demás; y cuando nuestros ojos solo miran lo que produce placer y se olvidan de ver la dignidad de cada persona (Cfr Mc 9, 43ss)

Estos son mi madre y mis hermanos, los que se alegran del bien sin importar quien lo realice: los que descubren y valoran la verdad y la bondad que hacen los demás, y los que no dan motivo de escándalo, sino que fían en “los mandatos del Señor que son perfectos y alegran el corazón” (Sal 18).

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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.

 

 

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