En los últimos días se ha hecho viral el anuncio de la presencia del llamado ‘caracol gigante africano’, una especie introducida al archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. Este caracol es potencialmente muy peligroso para el ser humano.
El más reciente, el caracol gigante africano (Lissachatina fulica) es considerado invasor de alta peligrosidad. Lo anterior tras la señal de alerta emanada de la Corporación Coralina, autoridad ambiental de las islas.
En retrospectiva, entre las grandes especies invasores están la ‘lora cari sucia’ (Eupsittula pertinax) y un sin fin de palomas que, a todas estas, han desplazado gaviotas, gaviotines, e incluso un ave de gran tamaño como lo es el manawar (fregata magnificens).
Respecto a la popular ‘maría mulata’, es oportuno mencionar las acciones de Coralina en conjunto con el club de ‘Caza y Tiro’ de Boyacá en la reducción de más de 1.100 individuos de esta especie.
No es de extrañar que se tenga que recurrir a lo que es el último recurso: darse la Señal de la Cruz para encomendar al Santo Padre, máxime cuando durante décadas se han expuesto problemáticas que afectan al medioambiente de estas islas del Caribe cayendo en ‘oreja mocha’ como si no hubiese más que hacer.
La pregunta es qué tan consciente de esta situación está la ciudadanía del archipiélago, qué tan comprometida está con la preservación de la fauna de la Reserva Mundial de la Biosfera Seaflower.
Si de pedirle al Santo Padre se trata, será que nos haga conscientes de vivir en un archipiélago privilegiado que merece de cuidado y responsabilidad ante todas las acciones de impacto ambiental que en él se realicen.
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