¡Vas a agarrar cuarto piso! En el cuarto piso de la E.S.E Hospital Departamental está la unidad de salud mental. Entre el 2015 - 2017 vi la desnudez de la locura escapar por una puerta enclenque o saltar por una ventana. ¡Vas a agarrar cuarto piso! es como un bofetón para no enloquecer.
El miedo a la locura ronda la cabeza de una mujer de unos cincuenta años a la que el corazón le galopa. Sabe que si duerme sola el animal salvaje que lleva en el pecho la patearía. El miedo a la locura también lo encontré en la mirada de desasosiego de una mujer joven menor de cuarenta años. El marido tal vez la mate esta noche con un cuchillo de mango beige que tiene debajo de la cama. Por eso duerme con los ojos abiertos.
Así me he ido encontrando con los miedos a la locura acompañando a mujeres y hombres en el ejercicio como psicóloga clínica.
Los “cuerdos” tenemos miedo a volvernos locos y los locos están muertos de miedo ante la locura. Habitar la locura es un infierno y aquí hablo de la verdadera locura, del espectro de la esquizofrenia, enfermedad mental grave que inhabilita para la existencia plena.
Lo que mal llamamos locura son los miedos abismales. La primera vez que bordeé un miedo abismal salía de un funeral, llegué a la casa y me metí a la ducha. Sumergida en el desconcierto o más bien en el estupor vi el desagüe expandirse. Como sentí que me estaba enloqueciendo a gatas llegué hasta la habitación y me tumbé en la cama. La pregunta ¿me estoy enloqueciendo? Da cuenta del miedo a habitar el abismo interno, de la escasez de las palabras, del temor de las palabras.
La primera mujer la de cerca de cincuenta años tiene miedo a enloquecer. Desde que su hijo anda en malos pasos el animal salvaje que lleva en el pecho la patea, la tira de la cama. La mujer más joven azorada por la angustia teme caer al abismo desde que al marido se le “dio” por decirle que la va a matar.
¡Vas a agarrar cuarto piso! En estos casos son palabras de sacudidas para anclar a la realidad. ¿Me estoy enloqueciendo? Como pregunta o como afirmación se forma en el enredo del abismo y brota como aullidos aterradores.
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.
