Compartir y escuchar historias que se transmiten de generación en generación transforma vidas, las usamos todo el tiempo para educar, ahora con fuerza cada día más para aliviar dolores emocionales desde un enfoque terapéutico. ¿Cómo las historias influyen en nuestra percepción del mundo?
Una historia bien contada, que genere conciencia, puede no solo influir en nuestros pensamientos y comportamientos, sino también ser un motor para promover cambios colectivos y evolucionar sociedades. “Lo que antes era escabroso, por medio de las fuerzas de las historias puede ser benigno”.
Contar historias y desarrollarlas nos permite encontrar elementos personales en ellas, interpretarlas y comprender los saberes culturales, normas y principios que transmiten. Dentro de este gran género literario, se encuentran diversos subgéneros narrativos, como el cuento, la novela, la leyenda, el mito, el relato y la fábula; queriendo o no, han estado presentes y han sido usados para guiarnos en la construcción de significados en la vida.
¿Quién no recuerda a esa abuela contarnos un cuento para dormir de una vez? Clásicos como el cuento ‘El patito feo’, que nos enseña a no juzgar a las personas por su apariencia física y que solo al analizarlo a fondo podemos extraer lecciones profundas y cambiar nuestra percepción del asunto.
Ahora mejor visto que nunca, reescribir historias nos permite deconstruir y reinterpretar narrativas, conociéndonos mejor y afrontando desafíos para dar sentido a nuestras experiencias. Si tuviste una un día no tan placentero, por medio de la narrativa podrás tener un mejor final y aprender de ello.
¡Incorporemos la narración consciente en nuestras vidas! Compartamos historias que inspiren, eduquen y promuevan la reflexión y el cambio en positivo. Cada relato tiene el potencial de transformar nuestro mundo y evolucionar nuestras sociedades; ahora que sabemos que también es una técnica para mejora. ¡Seamos agentes de cambio a través de nuestras narrativas bien contadas y con propósitos dirigidos!
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.