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elisleño.com - El diario de San Andrés y Providencia.

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Saber vivir...

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SANABRIA.OBISPOVivir bien es un arte; no nacimos aprendidos; tenemos que aprender el arte de vivir. Algunos aprendieron, y viven bien; otros, van llevando la vida de tumbo en tumbo, y van a llegar a viejos cargando amarguras existenciales. Aprender a vivir es un arte.

La Parábola de los talentos ofrece tres elementos fundamentales para vivir bien. El primero aparece al comienzo, el segundo acompaña el camino y el tercero, que es el momento definitivo, está al final. No son pasos sucesivos, en que una vez dado uno, se realiza el otro; son pasos que se combinan todos los días, porque siempre estamos comenzando, siempre vamos caminando y siempre tenemos que ir cerrando ciclos.

El primer elemento: hemos recibido talentos. “Llamó a sus sirvientes y les encomendó sus posesiones”. Un talento no es una devaluada moneda de 50 pesos, es una valiosa moneda de oro. Todos hemos recibido talentos naturales como las habilidades artísticas, intelectuales, filantrópicas, y talentos espirituales, como la Palabra de Dios, la oración, los sacramentos, especialmente la Eucaristía.

Conviene desde el principio tener clara conciencia de que somos siervos, que todo lo hemos recibido para ayudar a que el reino de Dios sea una realidad visible. No somos dueños, somos depositarios de las posesiones del Señor. La vida se vive no con mentalidad de dueños, sino de administradores de la multiforme gracia de Dios.

El segundo elemento, los talentos deben fructificar. Los que recibieron cinco y dos bolsas de oro, negociaron con ellas y ganaron el doble. El que recibió una bolsa hizo un hoyo en tierra y escondió el dinero de su señor. Los primeros se comportan bien porque hacen fructificar los bienes recibidos. El tercero, se llenó de miedo ante su señor, escondió sus dones y no dieron ningún fruto.

La vida requiere de gente con capacidad de arriesgar, negociar, y hacer fructificar; hemos recibido buena semilla, hemos sido enviado por el más poderoso del mundo, entonces, se deben ver resultados significativos, basta arriesgar y confiar. Los talentos se multiplican dándolos, compartiéndolos, repartiéndolos con todos.

Para fructificar se requiere sabiduría. El libro de los proverbios personifica la sabiduría en “una mujer ejemplar, hacendosa, que vale mucho más que las perlas. Su marido se fía de ella, y no le faltan riquezas. Le trae ganancias y no pérdidas todos los días de su vida. Adquiere lana y lino, los trabaja con la destreza de sus manos. Extiende la mano hacia el huso, y sostiene con la palma la rueca. Abre sus manos al necesitado y extiende el brazo al pobre”. (Cfr Prov 31 10, ss). La sabiduría debe acompañar siempre a los siervos del Señor.

Para fructificar se requiere además que “no durmamos como los demás, sino que estemos vigilantes y despejados” (1 Tes 5, 1 – 6). Con los ojos abiertos y en sano juicio. Muchos no aprendieron a vivir y se los cargó la corriente del consumismo, de la corrupción, de los vicios. Se requiere que estemos vigilantes y que tengamos claro nuestro espíritu de responsabilidad con Dios y con la humanidad. No podemos vivir culpando de nuestra situación a las circunstancias. Triunfan los que se levantan, los que buscan, los que fabrican creativamente una sociedad mejor.

Hoy celebramos la Jornada Mundial de los Pobres, y el Papa Francisco, inspirado en el texto de Tobías, nos pide: no apartes tu rostro de los pobres; y nos pide tomar conciencia del río de pobreza que atraviesa nuestras ciudades, en donde, tristemente se escucha a muy alto volumen el grito de bienestar; ahí tenemos que gritar a volumen mucho más alto invitando a la solidaridad. En esta sociedad de consumo estamos llamados a poner a producir nuestros talentos. Es aquí y ahora nuestra tarea de producción.

El tercer elemento es entregar cuentas. “El Señor llamó a aquellos sirvientes para pedirles cuentas”. La rendición de cuentas es una práctica muy sana para todos. Este momento es el más importante de todos, pues se trata de entregar cuentas de nuestra vida. El Dueño es el Señor, y a ente él debemos responder por nuestra gestión. Es bueno hacer balance diario de nuestra vida, y estar en permanente evaluación.

Los talentos recibidos valen oro; mientras vamos de camino tenemos que invertirlos, ponerlos a producir, sin miedo, sin enterrarlos; confiemos en la calidad de los talentos recibidos, pues proceden de Dios; confiemos en nosotros y arriesguemos generosamente en gastarlos, en ponerlos a producir, y esperemos con gozo al Dueño, a sabiendas de que hemos puesto todo de nuestra parte para cumplir su proyecto.

María aprendió a vivir según los criterios de Dios y fue feliz, bienaventurada y dichosa. Que al final de la vida escuchemos del Señor estas palabras de consuelo: “Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor.” Señor, enséñanos a vivir, y seremos felices.

 

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