Las imágenes captadas por una cámara de seguridad en un poblado del estado de Florida (USA), muestran los estragos de una marejada ciclónica producida por el huracán ‘Ian’; pero, además, son un campanazo de alerta sobre lo que podría pasar en la zona costera de San Andrés. Habla June Marie Mow, directora de la Fundación Providence y primera directora de la corporación Coralina entre 1995 y 2003.
Vale recordar que ‘Ian’ pasó al Norte del Archipiélago (cuando era Tormenta Tropical), produciendo lluvias torrenciales. Ante el paso de un ciclón de categoría mayor (como ya sucedió con Eta e Iota), la zona comercial y residencial de los sectores de North End, Sound Bay y el lado Oeste de San Andrés, ubicados a muy pocos metros de la costa, estarían nuevamente bajo peligro inminente. ¿Estamos preparados?
¿Qué son las marejadas ciclónicas (MC)?
Es importante no confundir una ‘marea de tormenta’ (que es una elevación anormal del agua, por encima de las mareas astronómicas previstas), con una MC, que se define como el aumento del nivel del agua, debido a la combinación de la marea de tormenta y la marea astronómica (según NHC-NOAA, Centro Nacional de Huracanes, USA)
Dicha subida del nivel del agua puede provocar inundaciones extremas en las zonas costeras, sobre todo, cuando la MC coincide con el instante en que el agua llega a su nivel más alto durante el día (pleamar normal), lo que hace que alcancen seis metros o más.
A lo largo de la costa, la marejada suele ser la mayor amenaza para la vida y la propiedad tras un huracán. En el pasado, el aumento del mar asociado a muchos de los grandes huracanes que han tocado tierra, ha provocado un gran número de muertes.
El huracán ‘Katrina’ (2005), es un ejemplo de los daños y la devastación que puede causar el oleaje. En esa ocasión, unas 1.500 personas perdieron la vida y muchas de esas muertes se produjeron, directa o indirectamente, como resultado de la MC.
Factores que influyen en su formación
Una MC se produce cuando el agua es empujada hacia la costa, por la fuerza de los vientos que se mueven cíclicamente alrededor de la tormenta, siendo elementos que pueden influir en su severidad, la amplitud y la pendiente de la costa. Por ello, San Andrés podría tener mayores estragos que Providencia.
Además del poder destructivo de las marejadas, las olas pueden aumentar los daños en los edificios y estructuras situadas a lo largo de la costa.
Así mismo, las corrientes creadas por las mareas se combinan con las olas para erosionar gravemente las playas y las vías costeras, muy similar a lo que pasó con los huracanes Eta e Iota. Los edificios que usualmente sobreviven a los vientos huracanados, podrían resultar dañados si sus cimientos son socavados y debilitados por la erosión.
Causas de la vulnerabilidad de las islas
- La densidad de población aumentó en las tres islas habitadas.
- La mayoría de los sectores con alta densidad, están a menos de un metro sobre el nivel medio del mar, por lo que una marejada de ocho metros podría inundar más del 70% de San Andrés.
- Todas las actividades económicas se realizan en el borde costero.
- Los aeropuertos y puertos están a pocos metros sobre el nivel del mar.
De acuerdo con Mow Robinson, el paso cercano de varios ciclones tropicales en los últimos años, deben ser tomados como advertencias; sin embargo, y por las consecuencias recientes de Eta e Iota, la isla no está completamente preparada, ni siquiera para recibir el embate de una Tormenta Tropical. Y aún está reciente la devastación de casi el 100% de Providencia.
“Y podría volver a ocurrir. No es una pregunta sino una afirmación. También es preciso mencionar, que varias de las tormentas recientes se han transformado en feroces en poco tiempo; tiempo que estará en contra nuestra, si no estamos preparados. Es válido tener miedo ante este tipo de eventos naturales; pero lo que nos debe producir más miedo es no estar preparados”, expresó la bióloga.
Y añadió que, como la única certidumbre que hay es que el Archipiélago está en alto riesgo, y que año tras año, durante seis meses, se vivirá bajo incertidumbre sobre la trayectoria de las tormentas ciclónicas, y que las de categoría extrema siguen aumentando, es imprescindible que cada uno asuma la responsabilidad de estar preparado.
¡Prepare for the worst and expect the best!
Como experta en la materia, formuló estas preguntas dirigidas a las autoridades:
“¿Tenemos datos sistematizados de los últimos eventos?, ¿los datos de la simulación han sido convertidos en mapas actualizados para la planificación de emergencias?, ¿hay mapas que le muestran a los habitantes insulares, hasta dónde podrían llegar las inundaciones tierra adentro en determinadas condiciones?
Si debemos evacuar, ¿sabemos cuándo y hacia dónde?, ¿sabemos quién estaría al frente de las evacuaciones?, ¿conocemos cuántas personas necesitarían transporte u otro tipo de ayuda, y qué pasaría con los adultos mayores, niños o madres solteras con hijos pequeños?
Finalmente, hay que recordar que el desarrollo desordenado de San Andrés, especialmente desde mediados del siglo XX, ha desencadenado el subdesarrollo habitacional y ha reducido la resiliencia de los ecosistemas, y por ende de la gente, ya que ambos están intrínsecamente conectados.
Los ecosistemas que existían para evitar un desastre, en lo que hoy son asentamientos irregulares, fueron destruidos durante las últimas décadas (de hecho, esa destrucción no cesa).
Los humedales, los cuerpos de agua de Swamp Ground, Black Dog, Chapman Point, Bight, y muchos otros, actuaban como esponjas durante los ciclones tropicales; su función era absorber el agua y la energía de las MC, una vez el ciclón tocaba tierra. El limo y la vegetación de los pantanos, impedían que la parte más intensa de la MC causara daños graves. Muchos de ellos fueron destruidos en nombre del progreso. Y… ¿ahora qué?”.