En un verano al final de los 70´s una minúscula mujercita, esperaba parir un huracán. Me esperaba para el 20 de Julio, no podía ser de otra manera. Tenía que nacer entre redoblantes, banderas tricolores dando vueltas, uniformes nuevos y zapatos bien lustrados. Pero para sentar un precedente, llegue una semana tarde.
Para mi familia, navidad es en julio, y es al medio día. El 19 hay que peinarse, se escuchan todo el día los redoblantes al fondo y nadie protesta. Está puesta en el perchero la ropa del graduado, con una banda que lo cruza, con mangas largas porque es de gala con las medias que están blancas como nubes, con los zapatos que reflejan la luna que se mete en el cuarto para ver si está todo listo.
El honor máximo se vive si ese año te marcha un batutero, que es al mismo tiempo un juglar, un bailarín: un icono. Es un joven, es un afro, es un ritmo, es un patriota, de los que hacen patria por arte y no matarte, cuando su batuta se eleva y se acopla al azul del cielo, cuando el brillo plata y oro compite con el del sudor, cuando levanta la mirada y se conecta con su banda.
Ahí hay un isleño, con todo lo que es… nada se puede ser más allá de ser batutero un 20 de julio. Para los otros menesteres no hace falta ser sobrenatural.
A nosotros la alegría nos desborda, desde un balcón algo más joven que la patria, con el cuerpo embebido en alcohol, a los gritos cantando el himno del colegio, amarrados a la bandera, marcando el ritmo con la cadera, ‘champetiando’ nos damos amor del bueno, del que nos hincha el corazón, sin mediar lutos o diferencias, año tras año, mientras que el azul separe al oro y la sangre.
Cantamos con gargantas roncas, una y otra vez el himno que nos recuerda que ”cesó la horrible noche… que el jubilo es inmortal…y que algún día … en surco de dolores, el bien germinará…”
Como un hijo que no siempre entiende a su madre, San Andrés ama a Colombia, se lo declara en julio, se lo sostiene poniéndole sus hijos al sol.
Ese día, mi pequeño paraíso se viste elegante para comer ‘raspao’, se pone la pava para caminar en medio de la calle, se acicala como el mango biche con sal que se hace flor, como el algodón que se endulza… al fin y al cabo cada 20 de julio ”hay un olor en la mañana a paraíso terrenal”