La Copa América que está por culminar en Argentina, a propósito, deja una gran lección para todo el mundo —aunque sea de Perogrullo— y es que los chicos crecen. Fue insensato quien pensara que jamás ocurriría algo así. El cambio es propio de la naturaleza humana y es la razón de ser de la evolución misma.
En el caso de la selección de Venezuela, no podemos decir otra cosa que es la demostración de este paradigma. Mucho tiempo se tomaron en hacerlo, es cierto, tanto que lograron que se les considerara la cenicienta del fútbol sudamericano. Pero eso acaba de quedarse en el pasado. Ya no son ese equipo al que todo el resto de América arrasaba y veía como un asunto de trámite.
Y la selección del Perú nos itera que es posible levantarse de las cenizas como el ave Fénix. Desde la época de jugadores como De la Rosa, Cueto, entre otros, no había sido visto un equipo tan sólido y bien plantado en la cancha como éste que derrotó a Colombia.
Pues bien, las cosas han cambiado. La próxima eliminatoria no será fácil para ninguno. La competencia será dura. Y esa es la gran ventaja y el verdadero atractivo que tendrán los partidos por venir. Cada encuentro ya será entre grandes, pues los chicos se crecieron. Y a Brasil y Argentina les tocará mirar con otros ojos y enfrentar con otra actitud a quienes antes podía golear sin mucho esfuerzo.
En fin, me refiero al fútbol en esta ocasión (con el permiso de los que saben más de la materia) porque quiero aprovechar la situación para comentar que tales cambios también son posibles en la vida común y corriente de la gente.
También en la vida pública y el poder. Sólo es necesario ponerle voluntad y aprecio a lo que se hace, y aplicar los principios establecidos por la sociedad en relación con el aprendizaje de los errores, el buen manejo de las ventajas con que contamos, y el usufructo adecuado de los resultados que obtengamos.
Nada ni nadie vendrá a sacarnos del marasmo en que estamos si nosotros mismos no estamos dispuestos a salir de él. Venezuela no requirió de un técnico extranjero para mejorar en el fútbol. San Andrés y Providencia tendrán que unir muy bien sus fuerzas para combatir la corrupción, la inseguridad, y las amenazas a su ecosistema que se ciernen en la actualidad.
Definitivamente, querer es poder.
Por Nadim Marmolejo Sevilla