Cuando Gutenberg trajo la imprenta al menú y los libros no eran ya un lujo de monasterios y reyes, el salto del conocimiento se potencializó hasta hacerse, digamos ‘popular’, Y aunque aún faltaba mucho para que estuviera masivamente al alcance de todos, le dio opinión a quienes antes se limitaban a repetir oraciones.
La idea de que la educación era la herramienta más poderosa para desarrollar la igualdad, supuso que era la limitación en el acceso a la información, lo que hacía que la humanidad no se montara en un circuito de paz y prosperidad. El internet y su masividad, llegaron entonces para demostrar que esta hipótesis estaba errada.
Hoy el mundo parece estar inmerso en un mar de escarcha dorada, con terabytes de información insulsa, falsa o irrelevante, de donde ocasionalmente emerge conocimiento o arte, una suerte de edad media en 4K, en HD, en 5G: el oscurantismo en alto contraste. La imitación de un tiempo pasado, que definitivamente no fue mejor.
Premiamos con nuestra atención la intención de J Balvin de hacer o no el boicot a los premios Grammy latinos en noviembre, mientras que la próxima semana la doctora Marilyn Hughes Gastón, una médica pediatra afroamericana, puede recibir el premio nobel de medicina, por sus aportes en la consecución de la cura para la anemia de células falciformes. Ambos datos tomados de la red, pero con un año luz de distancia entre nuestras prioridades.
Y mientras esta semana contestaba una encuesta sobre la lectura en el archipiélago: ‘¿Qué y donde leen los habitantes de la isla?’ La pregunta me presentó otras reflexiones: a más de tener una conexión pobre, cuando se consigue, teniendo el ‘acceso ilimitado’ que oferta internet, ¿qué estamos leyendo?
Se nos ha vuelto un hábito la queja (y me incluyo tristemente como una más), pero a la hora de plantearse soluciones viables, ¿hemos perdido el hábito de leer lo que otros han hecho para remediar sus problemas? Encausados acaso como ovejas del algoritmo de las aplicaciones, ¿podemos escapar a lo que se nos oferta como un caramelo, para buscar más allá algo nutritivo?
No hay en el entorno un solo problema que nos sea exclusivo, que no se le haya presentado a otros y que no haya tenido solución en entornos que guardan con nosotros similitudes extraordinarias. No somos más isla que las demás islas, o tal vez sí, tal vez existe una corriente imperceptible que nos lleva a revolcarnos en la crisis, que nos a-isla más allá de la distancia. Una reflexión más que queda en el tintero…
¿A quién beneficia este estatus de anhedonia y adormecimiento? Despertar quizás sea el paso uno de una secuencia que termine en leer un libro, en escapar del medioevo digital y llegar al renacimiento.
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.