Cuando Jesús plantea algún interrogante, es porque tiene mucha importancia. Ese es el caso de hoy. ¿Quién dicen ustedes que soy yo? (Mc 8, 27) A esta pregunta se le ha gastado mucha reflexión, y se han intentado dar miles de respuestas.
Muchas de ellas son teológicamente correctas pero incomprensibles para muchos, y es que Jesús no es un argumento teológico, Jesús es un personaje vivo con quien se establece una relación vital.
San Pedro hace una profesión de fe muy bella: «Tú eres el Mesías.» Pero a esta respuesta no llegó Pedro sino después de haber sido llamado, presenciar milagros, de escuchar su enseñanza en parábolas, de presenciar el rechazo de sus paisanos y la muerte de Juan Bautista. No es el resumen de un tratado teológico sobre Jesucristo, es el resultado del encuentro personal con él. En las respuestas dadas encontramos pretensiones mentirosas y verdades luminosas. Hagamos el ejercicio de descubrirlas.
Primera pretensión mentirosa: Neutralizar el poder de Jesús. Entre la gente corría la idea confusa del Maestro, decían que “podría ser Juan Bautista, Elías; o uno de los profetas.” (Mc 8, 28). Esto pareciera no ser tan importante pero resulta definitivo. Están confundiendo al Hijo de Dios con algunos seres humanos. Esto es grave. Se trata de neutralizar el poder liberador de Jesús, no tiene poder divino, no tiene poder redentor, es decir, nuestros enemigos grandes que son el pecado y la muerte siguen campantes. Los discípulos los confundieron con un fantasma; Herodes lo confundió con el Bautista; Lo podemos confundir con un adivino, un brujo, un gurú. El día que eso suceda bloqueamos al Hijo de Dios, porque él no obliga a nadie. No lo dejamos actuar como Dios, lo queremos ver como un hombre más.
Primera verdad luminosa: Jesús es Dios, El Padre nos ha regalado a su Hijo y no es un hombre más; es el regalo más valioso que hemos recibido; ha venido del cielo, nos enseñará mensajes celestiales; además su poder es muy grande, a su lado estaremos protegidos y sostenidos para enfrentar la vida.
Segunda pretensión mentirosa: Mandarlo al baúl de los recuerdos. Es la tentación de alejar a Jesús de nuestra vida. Juan Bautista, Elías y los profetas para ese momento ya estaban muertos. Eso de tratar de poner a Jesús en el pasado y lo más lejos de nosotros y de nuestra historia es igualmente grave. Es ponerlo en el mundo de los muertos y contentarnos con un recuerdo lejano de él, los cual es hacer de Jesús un personaje poco significativo para nuestra vida.
Aquí surge otra verdad luminosa: Con Jesús tenemos que vivir en la misma casa. Lo cual resulta apasionante y peligroso, porque si está cerca, cuestiona nuestras actuaciones, y nos compromete con grandes desafíos. Algunos optan por alejarlo para que sea menos incómodo. A quien lo acoge, dice Francisco, “la vida se complica maravillosamente” (EG 270), porque su vida cambia, y va a vivir pensando y luchando por su pueblo y por un mundo más humano.
Tercera pretensión mentirosa: Encerrar a Jesús en el mundo de lo espiritual. Jesús inmediatamente sale al paso: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, tiene que ser condenado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar a los tres días.» (Mc 8, 31). Pedro no entiende por eso “se lo llevó aparte y se puso a increparlo”. (v, 32) Pedro imagina un Dios sin carne, sin exigencia liberadora. Un Jesús inofensivo, al que le gusta el culto pero no se hace cargo del dolor del prójimo. Es un Jesús para ser exhibido en vitrina Pero el siervo de Dios, es como lo describe el profeta Isaías: “El Señor me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos…”. (Is 50, 5 – 9).
Cuarta verdad luminosa: Jesús se embarra con nosotros, sufre con nosotros, trabaja hombro a hombro con nosotros, le duele nuestro mundo y trabaja para que sea mejor. Jesús conoce nuestros sufrimientos y esclavitudes y ha venido para rescatarnos, aún con la entrega total de su vida. Que nos quede bien claro lo que enseña Santiago: “La fe sin obras está muerta”. (Sant 2, 17).
Lo que realmente busca Jesús es provocarnos para que cada uno demos nuestra propia respuesta, a la pregunta que considero es la más importante de todas: ¿Quién es Jesús para usted? Si Jesús no representa nada para usted, su vida será vivida sin él. Si Jesús es el centro de su vida, vivirá como él, luchará y asumirá la cruz, pero su vida tendrá sabor a cielo.
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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresan.