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Mis cabañuelas...

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NADIN.MARMOLEJO.NUEVA2020Si bien la tradición de las cabañuelas está relacionada con la observación de las condiciones atmosféricas de los primeros doce días de enero para determinar qué tipo de clima habrá en los meses siguientes, esta vez quiero basarme en estas para aplicarlas en la situación actual de las islas.

Por lo visto, hasta ahora, las primeras puntadas que ha dado el 2021 en San Andrés y Providencia me llevan a pensar que este nuevo año estará más cargado de trabajo, sudor, y no pocas lágrimas, que el anterior, cuya complejidad influirá en la existencia de todos.

El crimen organizado, por ejemplo, no se ve dispuesto a parar su máquina de violencia sino a continuar su escalada de asesinatos selectivos, como lo muestran los hechos de violencia que se presentaron esta semana que acaba de pasar en los sectores Linval y El Cove, los cuales, al parecer, responderían a probables ajustes de cuentas. De tal forma que la inseguridad durante este 2021 será un factor que seguirá ocasionando mucha preocupación y miedo en la población.

La política se alejará más de la sensatez. Pues, no se avista a corta distancia ninguna señal de entendimiento entre los bloques políticos enfrentados por la presidencia de la Asamblea Departamental. Y el gobierno seccional continuará por un buen tiempo más en condiciones de interinidad en virtud de los desacuerdos difíciles de resolver entre los líderes políticos que están detrás del trono del Coral Palace.

La esperada reactivación económica de las islas no llegará en el tiempo previsto, inicialmente, ya que la segunda ola del coronavirus amenaza al país con arrastrarlo a un nuevo confinamiento total para frenar su propagación, pero ahora con un Gobierno ya casi con el sol a sus espaldas y que se ha gastado gran parte de su capital político en las cuestiones de siempre, mientras que la pobreza, el desempleo y la violencia despedazan las esperanzas de las regiones.

La crítica situación de los damnificados de las islas de Providencia y Santa Catalina, podría no cambiar mucho si continúan a la intemperie por cuenta de la gestión inefectiva de las autoridades para conseguir y entregar los techos provisionales que necesitan para que puedan guarecerse de las lluvias y los días muy soleados, hasta que sean reconstruidas las casas que fueron devastadas por el huracán Iota. No se ve en el horizonte una solución pronta al problema.

En particular, creo que el Plan 100 tendrá que ser reajustado otra vez debido a las trabas burocráticas con las que siempre tropieza toda gestión oficial en Colombia, las cuales nunca son fáciles de remover del camino. Y porque las obras de cimentación de las nuevas viviendas isleñas concertadas con la comunidad sólo empezarán hasta finales de enero —y no antes como se esperaba al inicio del plan de reconstrucción—, tal como lo indicó el ministro de Vivienda, Jhonatan Malagón, tras la mesa de concertación realizada el martes en el Puesto de Mando Unificado (PMU) de Providencia.

El gobierno no hace milagros, todo lo contrario. Los casos de Gramalote y Mocoa así lo corroboran. Por lo tanto, la reconstrucción de Providencia y Santa Catalina va a requerir de mucha paciencia y permanente vigilancia de la comunidad para que no se extienda más allá de los plazos humanamente posibles.

El turismo, la base de la economía de las islas, tiene por delante más incertidumbres que certezas, teniendo en cuenta que las cuarentenas estrictas y la suspensión de las conexiones aéreas, han vuelto a ser aplicadas en muchos de los países de donde provienen los turistas internacionales. Y, a nivel nacional, estas podrían decretarse otra vez en las ciudades que concentran el mayor número de potenciales turistas con los que siempre cuenta este destino de sol y playa.

En fin, como dije al principio de este artículo, el 2021 promete sudor y lágrimas. Aunque hay planes y programas definidos, se ven nubarrones preocupantes en la lejanía. A esta mixtura de incertidumbres hay que agregarle el crítico momento de la economía nacional y sus no muy alentadoras expectativas que, según han dicho los expertos, "dada la emergencia de salud pública, le tomaría más tiempo del estimado inicialmente para recuperarse".

No soy un experto en cabañuelas, y, la verdad, espero estarme equivocando en esto que preveo. Ojalá este 2021 sea realmente el año feliz que nos deseamos unos a otros al abrazamos a la medianoche del pasado 31 de diciembre, justo después de acabar el tormentoso y doloroso 2020.

En cualquier caso, lo que está fuera de toda duda es la resiliencia del pueblo de las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina. La pandemia del coronavirus y el suceso inesperado y siniestro del huracán Iota, han de inaugurar una nueva era en la vida de los isleños para poner los cimientos de un cambio de rumbo hacia el futuro.

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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresen

 

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