Creo que la obstinada indiferencia del Ministerio de Minas y Energía hacia la honda y fundada preocupación del pueblo isleño por la posible explotación de petróleo en el mar de los siete colores, obliga a pensar que no queda otro camino que hablar directamente con el Presidente de la República, Juan Manuel Santos.
En la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente el mandatario declaró desde la Sierra Nevada de Santa Marta que “no podemos continuar destruyendo la naturaleza porque sufriremos las consecuencias”. En el mismo acto, el Jefe de Estado aseguró que “es necesario hacer todos los esfuerzos posibles para preservar lo que nos da realmente una fuente de vida".
Esta conciencia ambiental del doctor Santos es motivo suficiente para creer que los racionales argumentos de la población insular contra dicho proyecto pueden ser escuchados. Sabe de sobra el presidente acerca de la altísima fragilidad del ecosistema del archipiélago y del terrible peligro que representaría para el mismo cualquier falla que se registre en las maniobras de extracción del hidrocarburo, entre otras cosas.
Del mismo modo, conoce también de la importancia que constituye para el futuro de la vida humana en las islas la preservación y conservación del estatus de Reserva de la Biosfera que, bien ganado, posee el archipiélago.
No imagino, pues, al presidente de la república negándose a reconocer tal avance ni oponiéndose a tan claros dictámenes del sentido común. Es indiscutible para todo el mundo que la biodiversidad es la mayor riqueza que tiene San Andrés y Providencia por encima del petróleo u otros tesoros.
Por tanto, la comunidad isleña debería integrar una comisión que la represente para ir a visitar al presidente y ponerle al tanto de su sensata intranquilidad al respecto. Esa delegación tiene que estar, por supuesto, conformada por personas que posean los argumentos científica y socialmente pertinentes, y una probada solvencia moral.
La concurrencia de esta comisión al Palacio de Nariño no debe tardar mucho. Recordemos que existe un contrato ya firmado entre el Estado colombiano y la compañía española Repsol, cuyos términos se encuentran en ejecución. Y mientras más tiempo pase, más difícil será darle reversa.
Además, este no es un problema de poca monta, se trata de un asunto trascendental. El petróleo que se pretende explotar en el archipiélago podría convertirse en algo así como llevar el diablo al paraíso.
Nadim Marmolejo Sevilla
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