La soledad de los estadios de beisbol de San Andrés y Providencia durante los últimos diez años, no fue más que la demostración de la desesperante dejadez estatal y la indiferencia tenaz del sector privado.
Ya era hora de romper con ese perjudicial desinterés, pues es fácil entender que la poca programación de eventos de esta naturaleza es parte de las causas que han arrastrado a la juventud insular hacia los malos caminos.
El deporte es como un embrujo saludable. Distrae la atención de la gente hacia el sano esparcimiento y renueva constantemente los ideales y sentimientos humanos hacia la tierra nativa. El talento de los sanandresanos y providéncianos para el beisbol es innato, invaluable.
Las proezas deportivas logradas por las generaciones anteriores a nivel nacional y mundial son ejemplo de ello. Sin embargo, nada de esto ha sido tenido en cuenta durante la década infame en la que la pelota caliente permaneció congelada.
Ojalá, el campeonato doméstico que acaba de empezar sea el reinicio de una cultura beisbolera que nunca debió detenerse. Los muchachos que forman parte de los equipos participantes son ya una población importante que la sociedad le arranca a las garras asfixiantes del delito. Son la posibilidad de un reencuentro con la gloria y el mejoramiento de sus condiciones de vida.
Nada sería más acertado para reencauzar el talento humano y las naturales capacidades de los isleños para el beisbol que una política oficial al respecto de gran aliento. Tanto la gobernación como el sector privado, deberían ponerse de acuerdo en fomentar a largo plazo el cultivo de este deporte que cuenta con los mejores ejecutantes del país.
Es preciso renovar aquellos momentos de confraternidad y sentimientos de pertenencia que inspiraban en el pasado los encuentros beisboleros en el viejo estadio Wellingwourth May.
A la generación actual le corresponde la tarea histórica de no permitir que se vuelva presentar otra década sin beisbol en las islas. Igualmente, deshacerse de la ceguera que pudieron haber sufrido algunos dirigentes del pasado que conllevó al desastre del que ahora tratamos de reponernos.
El deporte isleño tiene que volver a ser un referente visible en el ámbito local, nacional e internacional para no caer en la desgracia del olvido.
Nadim Marmolejo Sevilla
COLETILLA: “El fracaso es, muchas veces, la piedra con la que tropiezas en el camino hacia el éxito”
Arianna Huffington.