Otra sería la suerte de San Andrés y Providencia si la fuerza de la modernidad hubiera arrasado, hace rato, con el estancamiento en que se encuentra la industria turística local. Los pasos que se han dado para alcanzar la mejoría ansiada por todos han sido insuficientes.
Quizás se ha caído en el equívoco recurrente de aplicar paños de agua tibia. Cuando, en realidad, lo que se requiere es un choque, un vuelco total. Después de tanto estudio y análisis acerca del rumbo que debe tomar el turismo insular, no queda otro camino que la acción.
Son muchos los planes y proyectos consignados en documentos públicos relacionados con el tema. Pero ningún gobierno, ni local ni nacional, hasta ahora, ha logrado su completa aplicación. Resulta increíble observar que luego de tantos años de discusiones y proposiciones provenientes de diferentes ángulos sociales, no haya sido posible concretar el proyecto adecuado para posicionar al archipiélago como el destino turístico de referencia mundial que siempre se ha deseado.
Pero nada está perdido, todavía. Sabemos que, aunque difícil, la transformación del turismo es un imperativo. El modelo actual no deja, en su mayor parte, dividendos —ni en lo económico ni en lo social— a la población isleña y enriquece poco al turista. Son contadas las personas que, después de cuatro días y cinco noches en las islas, retornan a sus ciudades de origen con la satisfacción al ciento por ciento.
Existe escaso contacto directo de los turistas con los nativos. Muy pocos vienen hablando del rico acervo cultural de los isleños, de sus tradiciones ancestrales, de su historia emblemática, de los valores humanos connaturales del raizal, etc.
Aún persiste la mención de la mejor marca de electrodomésticos y del bajo costo de los perfumes. Son realmente escasos los visitantes (y así lo he advertido con los bogotanos) que traen una enseñanza o un recuerdo o una experiencia nueva de las islas. No más discusiones ni foros sobre lo mismo, pues el cambio es el único indicio irrefutable de nuestro progreso y aliento intelectual.
Por Nadim Marmolejo Sevilla
COLETILLA: “Puedes llegar a cualquier parte, siempre y cuando andes lo suficiente”