Muchas cosas importantes y delicadas dejaron de decirse durante la emisión especial de noticias que hizo la cadena de radio RCN desde San Andrés la semana pasada. Es indudable que algunos temas fueron tratados con pinzas quirúrgicas pues la ocasión tenía como principal propósito mostrar la cara positiva de las islas al país y al mundo.
Pero sería bueno pedirle a Francisco Santos que cuando esté de nuevo en su flamante silla de director de noticias en Bogotá, no se olvide por completo que detrás de aquel lindo rostro del archipiélago los problemas de inseguridad, el peligro que representa para la Reserva de biosfera la posible explotación del petróleo, y demás dificultades, persisten. Y hay que tomarlos por los cachos, como al toro.
No digo que se perdió una gran oportunidad con su presencia en San Andrés junto a su equipo de trabajo de profundizar en tales tópicos, por el contrario, creo que fue un tiempo bien empleado en resarcir la deteriorada imagen de las islas. No cabe duda que eligieron a los mejores exponentes de la cultura isleña para ello. E hicieron pasar un rato agradable a los cientos de miles de oyentes que siguieron la exclusiva transmisión.
Es en la adversidad cuando los amigos demuestran su amistad sincera o aparente. El periodismo no es sólo para criticar de un modo o de otro y dar garrote en forma permanente, es para crear conciencia social. Había que retomar las cosas buenas del archipiélago y propagarlas al aire otra vez para que al colombiano común y corriente no se le diluyan en las honduras de la memoria.
Quisiéramos, de verdad, que en San Andrés y Providencia no hubiese muerte y desapariciones de jóvenes nativos a manos de los narcotraficantes, que la reserva de la biosfera no estuviera amenazada por la explotación petrolera, que la política no continúe desprestigiada, que la contratación oficial no sea digna de dudas, en fin. Pero la realidad es triste y contundente.
Por lo tanto, luego de este saludable baño de buena imagen es necesario que la información sobre la lucha que libra la comunidad isleña contra todos estos flagelos, no desaparezca del panorama nacional. Nada perjudicaría más al habitante insular que batallar solo contra las penas que le agobian, la tristeza de las madres cuyos hijos han sido ultimados por las balas de los sicarios, etc. Las generaciones futuras de las islas han de saber que nunca fueron abandonados a su suerte por los medios de comunicación social.
COLETILLA: “Después de la esperanza nada hay en el mundo más engañoso que las apariencias”