Estaban a principios del siglo XX y este inteligente matemático judío, Adamo Levi, había decidido criar a sus hijas gemelas y al resto de la familia en Turín (Italia). Nada podía salir mal, al cuidado de las niñas estaba su mujer, abnegada y conversa, la villa era hermosa, el futuro seguro.
De Rita, una de las pequeñas, no se advertía ningún signo de anormalidad, diseñada para ser una madre amorosa y una practicante religiosa de las buenas costumbres de su época, nadie al verla sospechaba su futuro; era delgada y escuálida, algo ojerosa y muy tímida, reservada mas bien.
Pero, Rita había visto otro escenario para su destino, alérgica a la levadura se hizo panadera en su adolescencia para pagar los estudios que su padre le negaría y ya hecha una doctora se comprometió amorosa con su microscopio, del que no se separaría ni para pasar a hurtadillas los controles de Mussolini en la Italia fascista.
Rita seria acusada del mayor crimen que la misoginia encontraba posible: era mujer, era judía y pensaba. Lo hacía siempre, sin disimulos, lo hacía por horas, por días enteros sin interrupción, encerrada en su dormitorio convertido en laboratorio genético donde estudiaba el crecimiento neuronal.
Sus ardides más atrevidos se los hizo a la ciencia y al tiempo. A la ciencia, le enseñó que la felicidad tiene química y biología: encontró el factor de crecimiento neuronal, el santo grial de la biología de todos los tiempos, la plasticidad neuronal, como la llamó.
Demostró que el aprendizaje, la lectura, los sueños, las aspiraciones y sobre todo la felicidad activaban una cadena de eventos que empiezan con una sensación intangible de gozo, proseguida de alteraciones eléctricas y trasporte de iones que terminan con la producción de proteínas y el crecimiento de espinas en las terminaciones neuronales.
Y esto pasa a cualquier edad y en cualquier momento, sin distingo de raza, religión o estrato social.
¡Las implicaciones son increíbles! Una poesía: crecimiento neuronal, un libro entero: mucho crecimiento neuronal; el acorde de una guitarra: crecimiento neuronal, una canción: mucho crecimiento neuronal.
Para demostrar su teoría, Rita, también timó al tiempo. A sus 86 años se ganó el premio Nobel y para que no quedaran dudas ha permanecido lúcida y desafiante a los 101 años.
Rita engañó al destino, se hizo profesora de la universidad de Washington. Hoy es Directora del el Centro de Investigación Neurobiológica de Roma, senadora vitalicia de Italia, embajadora de buena voluntad de la O.N.U...
Así Rita se hizo feliz y de alguna manera eterna.
Edna Rueda Abrahams
Para Eduardo Lunazzi