La quema del ‘año viejo’ es un ritual en forma de despedida. Pero al mismo tiempo encierra un anhelo de cambio y reivindicación. En tal sentido, 2018 tuvo una impronta excluyente: la corrupción, patentizada en su forma más grotesca y evidente. Falta ver si es también el emblema de una nueva vía, más aplicada y transparente, hacia el manejo en la cosa pública. Amanecerá y veremos…