Desde el comienzo de la Telenovela La Pola de RCN Televisión comencé a sentirme preocupado, comencé a sentir que no es posible que la ficción descomponga a veces de manera infame la realidad histórica de un pueblo. Por eso -un poco tarde, lo reconozco- esta crítica inaplazable.
A Don Antonio Nariño desde antes de entrar a la primaria nos lo han presentado, con la aureola de héroe oh gloria inmarcesible, que en realidad fue.
Nuestro llamado precursor de la Independencia nunca fue la persona medrosa y acobardada que hoy vemos en algunos capítulos de La Pola, Don Antonio, de distinguido linaje familiar, siempre dio ejemplos no solo de virtudes políticas si no de sentido común y valentía.
Jamás Don Antonio se tiró a morir por el amor de ninguna mujer aun siendo su esposa como se muestra en la serie. Si bien es cierto han podido existir en su vida amores tormentosos, no es cierto que fuera humillado por Jorge Tadeo Lozano, ni es cierto tampoco que se volviera a juntar con la mamá de Toñito su hijo mayor.
Nariño fue un conductor de hombres en esa época aciaga de la historia del nuevo Reino de Granada, y aunque no hizo parte de la Expedición Botánica del sabio Mutis, era referente obligado de los muchachos que acompañaban al ilustrado español, como el caso especifico de Camilo Torres, joven locuaz y de palabra fácil, conocido como ‘el verbo de la revolución’, quien le había montado una rivalidad, que Antonio miró siempre con el desdén de quien a lo mejor de forma equivocada se creía superior.
Fue Don Antonio Nariño agricultor a gran escala, que llegó a tener en su momento varias haciendas en las cuales se cultivaba, la Quina, el Tabaco, el Café, y el Cacao. Estos cultivos llegó a hacerlos utilizando una gran cantidad de mano de obra, y con él trabajaron una gran cantidad de esclavos y de siervos sin tierra, papel que cumpliría el papá de la Pola a la perfección, si tuviéramos que creerle a la ciencia ficción.
Y precisamente si los guionistas hubiesen investigado un poco más, y fueran a empobrecer el personaje de Nariño fácilmente hubiesen podido hacerlo, con la orden de captura que no por revolucionario, si no por malversación de un préstamo de la Corona, aparentemente habría hecho Don Antonio y lo cual le valió algunos días de cárcel.
Pero prefirieron empalidecer la figura del hombre que tradujo al español los Derechos del Hombre del Francés, presentándolo en más de una oportunidad como un hombre pusilánime, indeciso y sectario y lo que es peor, el cachón perdonador de los devaneos de Doña Magdalena con Don Jorge Tadeo.
La historia estimados lectores seguramente nunca no las contaron como en verdad fue, pero tampoco hay derecho a desfigurarla hasta convertirla en un cuento en el que todo termine siendo una caricatura que acomodada a las exigencias comerciales de las producciones ya sean de cine o de televisión.
