"Solamente de la total ignorancia emerge la sabiduría", lo dijo Socrates, y se refería a la mayéutica, yo lo creo y me refiero a la maternidad. Mi experiencia personal es traumática y encantadora, si se puede ser traumática y encantadora al mismo tiempo. Cuando caí en cuenta que de mí iba a salir un ser humano consciente, susceptible y frágil… entré en pánico.
¿Quién podía en el mundo, siquiera sugerir, darme un bebé a cuidado? Era irresponsable, mal hablada y nocturna. Mi terror crecía con el tiempo.
¿Cómo iba a enseñarle a caminar? La evolución tomó lo mejor de sí por millones de años para levantar del suelo a un mono, y yo debía hacerlo entre los nueve y doce meses de nacido. Como enseñarle a hablar, si mi lenguaje si no era soez, definitivamente era un insulto a Cervantes. Me he encontrado varias veces diciendo "peliar", y mantengo la discusión dicotómica entre "pelo" y "cabello".
¿Quién le iba a enseñar a tocar un instrumento? soy tan sorda como un muro. Y el deporte? Mi idea de una salida de domingo, no llega más lejos que al pórtico para pagar la pizza. Le voy a enseñar a dejar el tetero, cuando no puedo dejar el cigarrillo.
Pero increíblemente, todo salió bien. Compensando la desajustada madre, natura puso a mi disposición maravillosa materia prima. El hombre habla y elocuentemente, camina y con gracia, toca guitarra y juega al fútbol.
Me ha enseñado a decir bien varias palabras… Me canta, (me encanta), sé que es un saque de meta y que un guayo no es diminutivo de un guayabo, y me ama, de una manera increíble: a pesar de mí.
Quien crea que sabe lo que hace cuando cría, se miente, se escapa a la tierra de nunca jamás, en donde su imaginación lo engaña a carcajadas.
Por mi parte, solo puedo afirmar que mi hijo me ama y me ve hermosa, al fin y al cabo yo soy su mamá.