Las recientes declaraciones sobre el litigio colombo-nicaragüense de la Canciller de Colombia, María Ángela Olguín, fueron -en el mejor de los casos- desafortunadas y como era de esperarse, despertaron en la comunidad local y nacional una gran ola de rechazo. Como si su ancestral abolengo diplomático no le alcanzara para medir las consecuencias de sus desventurados comentarios.