La vida después del fallo de La Haya

Imprimir

alt

Florie Hooker, es una niña sanandresana de seis años de edad que estudia en un Jardín Infantil de Bogotá y ha estado oyendo profusamente por estos días que le quitaron el mar a su tierra natal. Ha estado viendo también, a través de las redes sociales y la televisión, las innumerables formas de protesta que se han desarrollado en diversas partes del mundo en apoyo a la demanda del pueblo isleño en el sentido de que no se acate el fallo de La Haya.


Su madre Elizabeth, una abogada independiente que ha puesto el grito en el cielo —al igual que todo el país entero— para oponerse a la desmembración de la que sido objeto el archipiélago de San Andrés, Providencia, y Santa Catalina, no supo que contestarle cuando la pequeña le preguntó: ¿Mami, cierto que esta vez no podemos ir a la playa porque nos quitaron el mar?, mientras le alistaba la maleta para viajar a la isla donde pasará las vacaciones de fin de año al lado de su abuela materna.


La reacción de Elizabeth perturbó por un instante a la pequeña que esperaba una respuesta inmediata. Pero se quedó tranquila luego de que ella, tras sobreponerse al impacto de su inocente interrogación pero luchando con el nudo que sentía en la garganta, le dijera que no se preocupara porque la playa adonde pensaba ir todavía seguía siendo de Colombia. Tras abordarla sobre el asunto luego de vérselo publicado en su muro de Facebook el caso, Elizabeth manifestó que hasta entonces no había sido consciente de la cognición de la niña sobre el tema.


Esta situación muestra bien la sensación desgarradora que ha dejado en las gentes de estas ínsulas colombianas la nueva delimitación marítima impuesta por la Corte Internacional de Justicia, CIJ, que no es vista sólo como un trazado imaginario sino como una invasión. Y no es para menos.

De repente, de la noche a la mañana, las aguas de Nicaragua dejaron de estar al otro lado del meridiano 82 para metérseles a los raizales prácticamente a sus casas. Tanto así que muchos han dibujado sobre diferentes postales de San Andrés un muro, parecido al que construyera Israel en su frontera con Palestina, al borde de las playas del sector de Sprat Bay en representación de la nueva y dolorosa realidad.


Pero la peor parte, como es bien sabido ya, la están llevando los pescadores artesanales que ahora temen ir a realizar sus faenas en ese mar que apenas ayer era suyo, ya que no confían en que sus derechos de pesca sean respetados como lo ha dicho el presidente Daniel Ortega. “Si antes nos apresaban porque decían que estábamos en aguas territoriales de su país siendo colombianas y luego nos torturaban para escarmentarnos, usted se imagina cómo será ahora que son dueños legítimos de esa área”, han dicho varios de ellos a distintos medios de comunicación social del país y el extranjero.


De ahí que sea improbable que la suerte que tuviera poco días antes del fallo de la CIJ el pescador Fausto Francis al capturar un marlín de 180 libras y unos tres metros de largo, no vuelva a tenerla nunca más ya que no podrá navegar hasta la zona denominada “luna verde” donde encontrara a ese bello ejemplar, debido a la determinación inesperada de La Haya de entregarle esa zona a los nicaragüenses. Como tampoco volverá a tener la gran venta de carne de pescado que tuviera ese día y ser noticia como lo fue al mostrar aquella presa a los periodistas de la radio y la televisión local y nacional.


Lo mismo se les ha oído decir a los pescadores de las compañías industriales con sede en San Andrés, al exponer las razones por las cuales han determinado negarse a continuar yendo a dicha franja.

Por su lado empresarios como el señor Armando Basmagi, quien ha inundado sus cuentas de facebook y twitter llamando al desacato del fallo de La Haya y haciendo comentarios sobre las opiniones y noticias que a diario salen a la luz pública en relación con el asunto, ve la situación mucho más difícil para él y su sector,  por lo que le ha manifestado a este medio que “los pescadores industriales son los únicos perjudicados directos, con el fallo de La Haya, somos los únicos, que de verdad, estamos perdiendo nuestro trabajo, los artesanales mantienen los suyos y sus áreas de pesca, los industriales perdimos el banco “Luna verde” donde los artesanales jamás pescaron y, además, no tenían autonomía para llegar allí, ya que es un banco exclusivo de para barcos industriales langosteros”.


Y se ha preguntado para que lo oigan en todas partes: ¿Dónde está la mano del Estado? ¿Será que la ayuda de la Presidencia solo es política? Dirigida a todos menos a los directamente afectados. Señora gobernadora, usted debe jugar un papel en este sentido. ¿Será que debemos ir a al Consejo de Estado y estratos mayores?; hasta ahora, solo nos escucharon en una sola reunión.


Entre tanto los colombianos del continente, súbitamente embargados por un nacionalismo nunca antes visto en los últimos cincuenta años, dividen sus opiniones entre los que apoyan y se oponen al desacato del mencionado fallo judicial. Pero sin sopesar bien la verdadera hondura del dolor de los habitantes de las islas, cuyo futuro ha quedado comprometido por lo que consideran una ineficaz defensa de su territorio por parte de Colombia.


Incluso algunos aún no tienen claro que fue lo que se perdió puesto que han estado preguntándole a ciertos operadores turísticos de Bogotá, como se ha sabido por cuenta de comentarios sueltos en conversaciones de oficina, si es posible ir de paseo en yate mar adentro.


De manera que lo sucedido el pasado 19 de noviembre de 2012 no se trató simplemente de un cambio de coordenadas, sino de una extirpación del hígado de la corporalidad de un pueblo que ni en la más delirante de sus pesadillas llegó a imaginar que podrían perder parte de su territorio ancestral de un sólo plumazo. Este estado de las cosas hace que se vea apenas lógico y simple, que Florie se estuviera más que preguntando si podría bañarse en la colorida mar de su isla bonita.


E-mail: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra robots de spam. Necesita activar JavaScript para poder verla