Las víctimas del conflicto en el hospital Amor de Patria

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El cese de actividades en el hospital Departamental, trajo consigo una gran cantidad de personas afectadas que necesitan diariamente de estos servicios fundamentales para salvaguardar su salud y la de sus hijos. Este fue el caso de Carolina Bayona Arias, una madre de familia que tuvo que recurrir a todo tipo de esfuerzos para lograr que vacunaran a su hijo. A continuación su testimonio.  

 

“Enero 12, 7:40 am. Llego temprano al hospital determinada a que hoy sí van a vacunar a mi hijo después de cuatro intentos fallidos en los que me dijeron: “- Ya se acabaron los turnos, -No hay vacunas, -No la podemos atender, guardamos el material” (antes de las 2 pm, hora de cierre), o porque no me abrieron la puerta durante el horario que se supone es de atención. Veo el reloj pasadas las 8 am y empiezan a acompañar a mi hijo de 19 meses, Mabel de 2 meses, Carlos de 4 meses, Joseph de 5 años, Laura de un añito…. Y siguen llegando. 


8:40 am, madres, padres y bebés empiezan a protestar cada uno a su manera, algunos bebés llorando, otros quejándose y pidiendo juego y los padres armándose de paciencia para no perder el turno en puerta del salón de vacunación. Pasa una enfermera de otra dependencia y nos responde ante la queja, que vio a las encargadas de vacunación desayunando en la cafetería.


9:00 am, mi paciencia y la de otros padres nos hace ir a la cafetería a preguntar qué pasa si el servicio debía empezar hace una hora. Una madre regresa con la razón de que ya vienen. Luego de 15 minutos regresan las encargadas y se encierran en un salón, al ver que siguen sin darnos razón o luces de que nos van a atender, mi indignación y la de los demás hace que vayamos a preguntar otra vez. La respuesta es, “NO. No vamos a vacunar”.


Y como si la película se devolviera en mi cabeza recuerdo mis cuatro intentos en los que tuve que dejar de ir a trabajar, en los que gasté tiempo valioso y dinero en transporte, en los que esta mañana decidida pese a la lluvia, salí a mojar a mi bebé porque hoy sí lo iba a vacunar. Y sin reparar el público que tenía les reclamé el por qué si nos habían visto a padres y bebés esperando por el servicio ninguna se dignó, aunque sea por un poco de respeto o pesar, a decirnos que hoy tampoco iban a atender. Recurro a la jefe y tras una reunión de 10 minutos adicionales entre ella y las enfermeras, dan la orden de repartir sólo 10 turnos.


Mientras yo me siento aliviada y vacunan a mi bebé entran Mabel a la que le dicen que no  tienen la vacuna que le corresponde y que no le prometen si va a llegar, que esté pasando a averiguar. Luego Carlos al que  le aplican una de dos dosis que le tocaban por la misma razón y Joseph no es vacunado porque no tienen vacunas para los de de 5 años. Mientras  sucede esto noto que las enfermeras redactan una carta para el cese de actividades. Pregunto si habrá vacunas en otro lado y la respuesta es indiferente y absurda… “NO SABEMOS”.


Una mamá que entra mientras yo salgo me susurra: “Gracias, si no peleas no nos atienden, esta es la tercera vez que vengo”. En la puerta de este lugar hay un letrero que dice: “A vacunarlos”… En este caso no parece un llamado de atención para los padres sino un letrero irónico. Esta es la voz de protesta de la mamá de Samuel, porque él aún no habla y no se puede quejar. Poco entiende que sus derechos primordiales dependen del estado de ánimo o hambre de unos funcionarios. Créanme, Samuel nada sabe de sueldos atrasados, de gestión deficiente, de por qué sus vacunas no están o si van a llegar y no entiende por qué la única manera de protesta que usan los que deben salvar vidas es dejar de hacerlo con los que menos tienen la culpa.”
María Carolina Bayona Arias.

Última actualización ( Jueves, 12 de Enero de 2012 12:13 )