La cruz de San Andrés

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BANDERA

“La bandera de San Andrés lleva una cruz blanca sobre un fondo azul claro. Es hermosa. Sin embargo, en la actualidad está manchada de sangre y dolor; está de luto. Tras una nueva ola de violencia –con crímenes que la ciudadanía no alcanza a comprender, ni en sus orígenes, ni en sus anónimas ejecuciones–, la desolación y el temor se apoderaron de la sociedad…”

Así comenzaba, con el párrafo anterior, un editorial publicado en EL ISLEÑO el 27 de noviembre de 2010 tras una ola de inseguridad similar a la actual; y continuaba: “… es tiempo de una reacción clara, vigorosa e inaplazable. Los agrupados en el Comité Intergremial y Productivo del Archipiélago (CIPAR), acaban de divulgar un certero pronunciamiento de denuncia y respaldo al accionar de las autoridades”.

Y en medio de la desazón, la publicación aludida invocaba también al conjunto de la sociedad citando un comunicado de la mencionada asociación de gremios isleña que además proclamaba: “Estamos en mora de rechazar el crimen y la única forma de hacerlo, es denunciando. Este es un deber ciudadano y sería el mejor aporte para nuestras islas. ¡No olvidemos que de nuestro silencio se nutren los violentos!”.

De este no tan lejano pasaje de la historia de las islas hace exactamente ocho años y dos meses. No obstante, las diferencias con la realidad actual son escasas y, si se quiere, pírricas. Es muy poco lo que se ha avanzado y más bien al contrario de aquella ocasión, el desánimo, la indiferencia y la desmoralización general parecen haber prosperado.

Por ejemplo el CIPAR, organismo intergremial por excelencia de las islas, hace tiempo que se llamó a silencio en este mismo y otros temas. Tal vez producto de una suerte de autocensura o decisión interna no revelada o quizás desmotivado por tanto anuncio oficial decorado con millonarias inversiones en materia de seguridad que, hasta ahora, no han dado los resultados esperados.

Ahora que el presidente de los colombianos y su ministro de Defensa tomaron atenta nota de las denuncias formuladas por la ciudadanía en materia de inseguridad y sobrepoblación –cuya progresión en buena parte van de la mano–, es tiempo también que retomemos el llamado del CIPAR formulado hace ocho años y alcemos nuestra voz en conjunto, fuerte y vigorosa contra la violencia y en respaldo a nuestras autoridades.

Claro está, en un clamor desprovisto de ciertos extremismos oportunistas que claman por 'limpiezas sociales' indiscriminadas. Los muertos no tienen color, idioma, religión, clase o partido político. Su sangre convertida en dolor se derrama sobre todas las capas sociales e irriga tristeza, desolación, inmovilidad productiva y descomposición social… ¡Manos a la obra! Para que nuestra hermosa bandera recobre otra vez sus colores originales.

Última actualización ( Martes, 05 de Febrero de 2019 19:05 )