La noche desde la retina de un taxista

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ROBERTO.BERMEJOMuchos somos los que queremos saber, conocer, descubrir sobres los misterios de la noche. Todas esas historias que se esconden detrás de ella, con sus personajes de todo tipo y sus diferentes matices. Pues no hay persona que conozca más la noche y todas sus vicisitudes, que un taxista nocturno.

Esas jornadas laborales de 6 de la tarde a 6 de la mañana traen consigo un sin fin de relatos increíbles, fantásticos, anecdóticos.

Nicolás Romero es un hombre de 41 años, taxista durante 15 de ellos. Un agradecido de su profesión porque le dio la oportunidad de salir adelante. Al no tener estudios profesionales, Nicolás optó por tomar este camino, el cual al día de hoy no se arrepiente de haberlo tomado.

De esos 20 años recorriendo las calles bogotanas en su taxi, Nicolás en los últimos seis ha transitado  por calles prácticamente vacías, viendo como las luces artificiales iluminan la capital colombiana. Siempre acompañado de las sensaciones de todo lo que ello significa: aburrimiento, emoción, cansancio,  tranquilidad, peligro.

De esos peligros que tiene la noche, Nicolás no tuvo la suerte de escaparse. “Siempre están presentes esos instantes en que le dicen a uno: ¡quieto! Esto es un atraco. A mí me pasó cuando recogí una pareja en el Quirigüa. Ellos me dijeron que los llevara para el barrio Salitre de Suba, en realidad era cerquita la carrera, por lo que jamás me imaginé como resultaría todo. De un momento a otro, la mujer exclama el peligroso monosílabo de  forma vehemente: –¡ya!, en seguida el hombre me dice que fuera para la loma que queda por los lados de La Conejera, es decir hacia la 170. Al llegar al destino el hombre me pone una pistola en la cabeza, mientras que la mujer me quita todo el producido y el radio teléfono”.

No le hicieron ningún daño físico, pero invadieron su mente de una intranquilidad, que hasta al momento no ha podido dejarlo en total y absoluta paz.

Nicolás no tenía ni una pizca de suerte con las parejas que abordaban su nave amarilla. Quizás tenía alguna rencilla pendiente con cupido, entonces el Dios del amor le mandaba a sus parejas para atacarlo y atracarlo. “Esta otra pareja me dijo que los llevara para el Garcés Navas, estando allí me dijeron que me dirigiera hacia la 80, que tenían que hacer una pequeña diligencia. En la 80, cerca de construcciones que realizaban por la urbanización Colsubsidio, me tiraron a un potrero y en cuestión de milésimas de segundos arrancaron con el taxi. No tuve ni un segundo para reportar por el radio teléfono el QR7 (atraco) del que era víctima.”

Nicolás no necesitaba ver las novelas de las 8 de la noche. Él en su taxi era testigo de los dramas más emocionantes, y lo mejor,  en vivo y en directo. Prácticamente nadaba en las en las turbias infidelidades de sus pasajeros, tanto hombres como prestigiosas damas. Fue testigo de decenas de amantes, que salían de las residencias arrastrados en la alfombras de su taxi para no ser reconocidos, algunos llenos de vergüenza, otros de un regocijo que su sonrisa lujuriosa no podía ocultar.

Esos taxistas nocturnos transformados en transportistas de parejas a los aposentos del amor, veían su labor decentemente recompensada. “Anteriormente cuando cualquiera de los del gremio llevábamos las parejas a los moteles o residencias, obteníamos ciertas bonificaciones: el que llevara 3 o 4 carreras se hacía de una entrada gratis. También nos daban sándwich, gaseosa y 2000 pesos. La verdad no me podía quejar.”

Las residencias no eran los únicos lugares donde salían historias. La oscuridad se cerraba sobre la ciudad y los clubes nocturnos destacaban con sus grandes luces multicolores de neón. Las mujeres de la noche también eran algunas de sus clientes, todas ellas sin excepción tenían algo interesante que rescatar, su sentido del humor, su profundidad llana, abrumadora, sus filosofías mundanas, su terrible soledad y sus dramas familiares donde siempre aparecía la figura del proxeneta que se les había cruzado en el camino. El imaginario colectivo cree que ellas son víctimas de todas las ETS (Enfermedades de Trasmisión Sexual) existentes, pero no. Ellas son afectadas por las enfermedades llamadas mafias, explotación, engaño,  machismo, hipocresia y la muy debatida doble moral.

“También habían clientes que iban a buscar a las prostitutas. Valga la aclaración que no solo buscaban mujeres, también a las transexuales y se podría decir que ambas casi con las misma demanda. Todo con el propósito de llevarlas a sus apartamentos o a algún motel. Me decían espéreme que yo le pago, entonces esperaba afuera del apartamento dos o tres horas. Antes tocaba ir a los prostíbulos y allí dejar una base, que era la plata que se le tenía que dar al administrador para poder sacar a la muchacha, es decir para obtener una especie de permiso. Uno de los sitios favoritos de mis clientes es un lugar llamado La piscina, en la 23 con 16.”

- ¿Usted entró alguna vez con un cliente a La piscina?

- Con un cliente no, pero solo sí. Que hombre no lo ha hecho

- ¿Le gusta frecuentar esos sitios?

- Mira, yo soy felizmente separado, me atrevo a decir que ya lo he visto todo y por eso mismo me río de la palabra amor. He conocido a prostitutas inteligentes, amorosas, complacientes de mis deseos, con personalidad y con más cultura que cualquiera de los ladrones del congreso, y obviamente personas muchas más agradables para mis ojos. Si puedes tener a mujeres inteligentes, hermosas, sexys y no tienes que cargar con su lado oscuro y todos los problemas resultantes de tener una relación estable, qué más puedes pedir, ¿no es una bendición de Dios?

A Nicolás se le sale una inevitable sonrisa al contarme su curiosa postura acerca de “las mujeres de la vida alegre”.

Creo que ninguno de los dos paró de pensar en eso toda la noche, pero ya el sol está saliendo, los lavaderos y los restaurantes 24 horas conforman una unidad al final de la jornada. Ahí, mientras afuera le echan una juagada al carro, adentro desfilan las bandejas con sopa de pasta, acompañada de un seco conformado de sobrebarriga, arroz, ensalada, plátano maduro y las infaltables papas. Ya para un almuerzo es un poco exagerado, pero no para Nicolás y el resto de taxistas nocturnos.

Las cosas que pasaban por la mente de Nicolás durante su trabajo, no sólo son los peligros a los que se enfrentaba cada noche. También es el estado de las vías, su propia familia, las cuentas que toca que pagar, las bocas que alimentar, saber detectar si el usuario que quiere tomar el servicio tenía o no buenas intenciones, cuál es el producido del día, los galones de gasolina con los cuales se debe reabastecer el vehículo, la presentación del vehiculo al finalizar la jornada, las sanciones que puede sufrir si se presenta alguna queja de un pasajero, las preocupaciones del gremio, los sitios de la ciudad a los cuales puede ir con tranquilidad y a cuáles no. Todo esto y mucho más… mientras no paraba de conducir su amado taxi.

(*) Estudiante isleño de quinto semestre de Comunicación Social en la Universidad Sergio Arboleda de Bogotá.

Última actualización ( Sábado, 09 de Mayo de 2015 09:22 )