¡Cómo nos duele Colombia!

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Hace un mes escasamente detonaba frente a las emisoras de Caracol Radio en la carrera séptima de la ciudad de Bogotá, un carro bomba de los que entraban en proceso del olvido porque  empezábamos a creerlos parte del pasado, ligados al legado de Pablo Escobar.

Nos duele Colombia porque nuestra María Camila no pudo conocer el mar, su sueño a los 11 años para lo cual venía con sus padres a San Andrés en el vuelo de Aires el pasado 16 de Agosto.

Cómo nos duele Colombia. Es nuestro país un mundo de contrastes. Somos sobradores en recursos de la naturaleza, riquezas en fauna, flora, climas, relieves, ríos y mares.

“El peligro es que te quieras quedar…” slogan con el que buscamos atraer a nuestros destinos a millares de visitantes para persuadir y seducir con la Pasión de Colombia.

La pequeña Jamaica que superamos cien veces en extensión territorial recibe cada año más turistas que nuestra Colombia aún con Cartagena llena de historia colonial; con Santa Marta última morada del gran Simón Bolívar; la de la montaña más alta y bella a orilla del mar en el planeta tierra; la Guajira altiva y desafiante en el mar Caribe, la de los flamingos rosados; con Barranquilla y su alegre carnaval, famosa por las tertulias de Gabriel García Márquez y su grupo del realismo mágico; con el eje del mejor café del mundo; con los ríos del sur y sus delfines rosados; con la capital Bogotá, El Dorado por descubrir y con tantos sitios, tanta gente diferente y tantas cosas más.

Las noticias sobre la guerra al interior de la geografía colombiana hacen mucho más difícil la llegada de visitantes a nuestros destinos.

Cómo nos duele Colombia por los desplazamientos de su gente de sus lugares de origen por cientos de miles, buscando vida; sus tierras tomadas por los mercaderes de la violencia.

El valor de la paz

Habrá que pagar su precio para poder alcanzar la prosperidad, pues con esta guerra se aumenta cada día la desigualdad, la pobreza y las muertes inútiles. El miedo rompe con todo buen propósito.

En la Guerra se despliegan simultáneamente muchos frentes de lucha con diversos actores. Para Colombia es indispensable  un ‘ejercito’ de civiles para la conquista de la paz, tanto en el campo de los servidores públicos como en la actividad socio-económica privada.

Se buscan empleados y trabajadores eficientes y transparentes en el desempeño de las funciones propias del Estado fundamentales para el desarrollo de las actividades productivas y la generación de riqueza y empresarios, como también personas particulares emprendedoras comprometidas con la función social de sus utilidades y con un ambiente de convivencia que deben propiciar en su contorno.

La guerra por la paz no puede ser ganada solo por militares y policías; no es posible ganar por la mera fuerza.

Nos duele el  vicioso y detestable circuito de la riqueza  cada día en menos manos, la inequidad al extremo, el aumento de pobres e informales y la pauperización que se convierte en caldo de cultivo para la ilegalidad, la crueldad y el sicariato.

Nos duele Colombia porque a diferencia de otros lugares y países, nuestros recursos naturales, humanos, tecnológicos e  institucionales están dispuestos para que los resultados sean opuestos a esta cruda realidad. No hay derecho.

Nos duele Colombia por los agro ingresos inmorales, intolerables; las ‘chuzadas’, los ‘falsos positivos’, el ‘ceveyeísmo’ generalizado y tantas otras cosas que matan igual.

En la muerte de los patrulleros de la Policía Nacional estamos también metidos. Hay una mezcla e influencia del tráfico de estupefacientes en todo esto, el dinero maldito de la droga que nos trae desapariciones y muerte a las islas; aquí hay contubernio y muchas formas de colaboración con este delito cuyos actores portan cuellos de muchos colores.

Y es que Colombia nos duele a los habitantes de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, por supuesto.

Esta tierra que nuestros padres nos enseñaron a amar en medio de su historia con falta del reconocimiento debido por su origen lengua, creencias y prácticas diferentes, pero que aún así fue leal a españoles antes y a Colombia después. Que desde hace más cien años no se conoce sitio alguno en el país donde sus pobladores expresen más y mejor el culto a los símbolos patrióticos; que aunque la política nos confunde, tenemos ganados textos constitucionales cómo el artículo 310 y decisiones de las altas cortes para defender y desarrollar nuestra autonomía administrativa y para salvaguardar la etnicidad. Es dentro de la institucionalidad que seremos defensores de nuestra identidad.

Que somos Caribe, que quiere decir que no existe color dominante, que combina con poesía, razas y costumbres, música y alegría en un mar sin mojones para poder distinguir lo mío de lo nuestro.

¿A dónde van a ir con todo, los que todo lo quieren tomar?

Somos Colombia y cómo nos duele.

Kent Francis James

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Última actualización ( Lunes, 06 de Septiembre de 2010 08:46 )