La solidaridad isleña

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Por ello tengo claro que lo ocurrido en la madrugada aciaga, no se trató de un acción obligada sino de la reacción natural de unas gentes que quieren la vida, que sienten las tragedias ajenas como propias, y los mueve el valor humano que siempre enarbolan en la hora de las calamidades.

Recuerdo muy claramente, todavía, la época en que el huracán Joan pasó cerca de la isla dejando tras de si un marcado rastro de destrucción. No había acabado de deshacerse aquel fenómeno natural cuando ya estaba la gente en la calle trabajando para restablecer la normalidad; no hubo nadie que se negara a entregar su fuerza física, intelectual, y compañerismo para restablecer lo que había dañado aquel monstruo invisible con sus fuertes ráfagas de viento. Esa ocasión me demostró que en San Andrés ningún ser moriría nunca por falta de ayuda.

Así que lo del avión de Aires no me sorprendió, por el contrario, me hizo vigorizar mi convencimiento acerca de que los isleños son gente de bien, con una capacidad de apoyo inmejorable, y un afecto por el prójimo que ya no se ve en las grandes ciudades de nuestro país.

Por tanto, menos no podía hacer el presidente Santos que ir hasta San Andrés y agradecer personalmente a la comunidad su solidaridad genuina. Sólo espero que esa fortaleza de la gente de las islas sea premiada con más atención de parte del gobierno nacional, que haya más inversión social y menos trabas al desarrollo de sus actividades económicas primordiales; se que el gobierno del presidente Uribe hizo bastante, pero no suficiente.

Es la hora de que graves problemas como la sobrepoblación y la seguridad pública obtengan la mejor atención posible, de lo contrario la paz ya escasa que posee la isla y la sensibilidad social que ahora destacamos podrían correr el riesgo de perderse como se han perdido acá en el continente.

Pero, eso sí, el fortalecimiento de la idea de progreso no debe ser una consecuencia de la decadencia de la tranquilidad y la solidaridad que ahora caracteriza a los sanandresanos, sino que deben ir de la mano. No debe el gobierno departamental y nacional permitir que una cosa dañe a la otra.

Sea, entonces, la ocasión -a propósito de esta lección de solidaridad humana que los isleños le han dado al país y al mundo- para proponer que tanto raizales como continentales no bajen la guardia de sus luchas por alcanzar un nivel de vida mejor, conservando estos valores que hoy positivamente los distinguen del resto de Colombia. Hay que asimilar lo novedoso y reconocer lo tradicional, esa es la fórmula que recoge el concepto moderno de desarrollo.

Nadim Marmolejo Sevilla

Última actualización ( Sábado, 28 de Agosto de 2010 12:25 )