La soledad del cuarto poder

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NADIN

Asistí el viernes último en Bogotá a un foro público sobre la autocensura, organizado por la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP) y la Fundación Medios para la Paz (MPP), y me fue imposible no entristecerme al saber que el periodismo aquel que busca la verdad y comprende que su papel no es ponerse al servicio de quienes hacen la historia sino de quienes la sufren, está de capa caída.

 

Factores como la presencia de grupos al margen de la ley, llámese Guerrilla, Narcotráfico, Bacrim, u otros, están obligando a los periodistas a callar lo que averiguan, si es que logran averiguar algo, por temor a perder sus vidas.

Según un estudio realizado por estas dos organizaciones, los departamentos de Córdoba, Sucre, Nariño, y Caquetá, son los que presentan mayores índices de autocensura, llegando al extremo de forzar a los periodistas de estos lugares a huir o recurrir a medios nacionales para dar a conocer sus investigaciones.

Aunque el gobierno del presidente Uribe ha logrado que el asesinato de periodistas haya disminuido en Colombia, es claro que estos avances no han contribuido a erradicar el miedo que cunde en estas regiones donde hacen presencia dichos grupos delincuenciales.

Y ello me ha llevado a considerar que la prensa, acertadamente denominada en el pasado como el cuarto poder, se está quedando sola en su lucha por sacar la verdad a flote y poner al descubierto la corrupción, ya sea estatal o privada.

Personalmente, no puedo dejar de advertir que la libre expresión va rumbo a convertirse en un cadáver puesto que cada vez notamos como el silencio o el entreguismo toma su lugar. Todo periodista, y con mayor razón todo periodista libre, está sintiendo pasos de animal grande y comprende que sin un ámbito propicio no es posible ejercer esta profesión.

Sin embargo, quiero hacer caer en la cuenta que no sólo los factores externos que he mencionado han causado este aumento de la autocensura en nuestra patria, lastimosamente la falta de un salario digno, seguridad social, y respaldo apropiado por parte de las empresas de radio, prensa, y televisión para realizar a cabalidad la labor periodística han conllevado a que la vulnerabilidad del periodismo sea mayor.

Un periodista no debería estar obligado a aceptar “cupos” publicitarios o comercializar él mismo sus propios programas de radio o periódicos, para garantizar unos ingresos económicos, pero la poca comprensión al respecto de los patronos y los anunciantes ha llevado a que este modo de contratación de personal y acceso a la publicidad se haya generalizado y los comunicadores sociales tengan que mezclar una cosa con otra, poniendo en riesgo su independencia y objetividad.

Frente a esta grave amenaza no nos queda más remedio que esperar que el nuevo gobierno pueda conseguir eliminar los problemas de seguridad que afectan el libre ejercicio del periodismo, y demandar de la ciudadanía, de la cual nunca debe desprenderse, un mayor respaldo hacia el trabajo de los periodistas, que al fin y al cabo lo que buscan a diario es no permitir que sea letra muerta su derecho constitucional a estar bien informados.

Por Nadím Marmolejo Sevilla

Última actualización ( Miércoles, 04 de Agosto de 2010 19:01 )