'Déjà vu' de un tsunami

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INES.CELIS
Déjà vu, es la experiencia de sentir que se ha sido testigo o se ha experimentado previamente una situación nueva. Déjà sentí, se refiere a algo ‘ya sentido’; y el déjà visité, se traduce (del francés, como las anteriores) ‘ya visitado’, es la experiencia que involucra el extraño conocimiento de un lugar, a pesar de ser nuevo.

El déjà vu sigue siendo materia de investigación psicológica y neurofisiológica; para mí, es un juego inconsciente entre la memoria, el corazón y la imaginación. Pero yendo al grano, este miércoles mientras dormía, tuve la sensación de estar viviendo algo que ya me había pasado, entonces me desperté y recapacité; vi que no era un sueño y que la película era realidad.

Miré el reloj, eran las 3:55 de la madrugada. Pensé…esto ya lo he vivido. Y claro, desde mi cama se escuchaba el griterío y jolgorio de centenares de personas a lo lejos en la playa –por la cooperativa de lancheros en North End–. Al tiempo, el ruido de las olas empezó a ensordecerme y entre más gritaba la gente más furioso se ponía el mar.

Automáticamente mi consciente o subconsciente, no se cual será –Edna Rueda o el ‘Checho’ Jordán, lo sabrán– me trasladó a esos días de mi infancia, cuando íbamos a las playas en Sound Bay con mis padres y mis hermanos, y llegada la tarde, mamá nos decía: “cuando están en la orilla jugando con las olas, no hagan tanto ruido, porque el mar se pone furioso, crece y los puede arrastrar”.

Éramos tantos, que tocaba gritarse el uno al otro, parecíamos todos sordos por el ruido del mar en Sound Bay (bahía sonora). Y entre más gritábamos, más se enfurecía. Una vez hicimos el ejercicio de desobedecer a mamá y empezamos a gritar: ¡ah, ah, ah, ah, ah, ah! y una ola me arrastró unos diez metros mar adentro para luego revolcarme y tirarme de nuevo en la arena.

Como tenía unos cinco años, para mí fue un tsunami, y desde allí le temo al mar.  

Volviendo a la realidad, son las 4:30 am. y los turistas siguen con música fuerte y gritos en la playa, grandes excursiones de jóvenes ingiriendo alcohol, para luego algunos ser arrastrados por sus compañeros, ebrios todos, por las calles hasta sus hoteles .

Mientras tanto el mar ruge cual león enjaulado y el viento empieza a soplar más fuerte.

¿Llamo a la policía? Ya casi son las cinco de la mañana y empiezo a verlos desfilar rumbo a sus posadas. Algunas niñas sin zapatos, bamboleando, apoyadas en sus compañeros; inclusive parecen menores de edad.

Miro al cielo, comienza a clarear; rezo y le digo a Papá Dios: en la isla no estamos acostumbrados a estas cosas.  Perdónalos Padre, porque no saben lo que hacen...

Última actualización ( Sábado, 14 de Diciembre de 2013 09:26 )