Small thing

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EDNA.RUEDEAEn la casa de mi abuelo había una pintura que nos impresionaba a todos: sus hijos, sus nietos y que robaba las miradas de todos los visitantes. Era la imagen de un hombre negro, de mediana edad, descalzo, con un paraguas, bajo la lluvia.

Agachado parecía perderse en la identificación de un material que lo maravillaba, bajo el dibujo a lápiz, había una leyenda en inglés: “If I can not do great things, I can do small things in a great way” (Si no puedo hacer grandes cosas, puedo hacer pequeñas cosas en una forma grandiosa).

Esa parecía más que una leyenda inerte, una orden tácita, propagada por un hombre autodidacta y con la inteligencia que rayaba desesperadamente en la genialidad.

Muchas veces me parece -porque me crece como a todos un humano pesimista entre el esófago y el esternón-,  que viniendo de un lugar tan pequeño, con una educación tan regular, con unos antecedentes tan comunes, que la grandeza a la que aspira mi hemisferio optimista me queda tan lejos como La Pampa de cayo Bolívar.

Y es probable que así sea. Entonces veo al negro, recuerdo la leyenda que se plantaba y pienso: tal vez las leyendas no crezcan en forma regular de grandes urbes. Descubro en la historia, que me apasiona como la humanidad misma, que los cambios que definen el progreso, no se iniciaron en metrópolis aceleradas, la mayoría se iniciaron en lugares tan pequeños como el mío.

Cuando hablo en mi isla, me refiero a ella, como un microcosmos, un lugar en el que conviven religiones que en el mundo se pelean, razas que en el planeta se discriminan y paisajes que sorprenderían a un fotógrafo de la National Geographic.

Un arca de Noé donde hay un par de seres humanos de cada tipo, un paraíso primario donde un Dios que confirma su existencia en los atardeceres frente a mi casa, ha puesto viento, sol, frutos, pájaros, peces y mariposas.

Me doy cuenta que mi isla, es un experimento. Un experimento social, donde se pueden dar las condiciones, de salud y sanidad, nada más que con lo que cuenta un crucero: un recurso físico que le permita a un personal bien pagado prolongar la experiencia en el paraíso de sus tripulantes. Donde podemos encontrar los recursos para educarnos y volver para hacer más rico nuestro edén,

Tenemos todo para sobrevivir sin contaminar: suficiente viento para levantar hombres del suelo y hacerlos caminar sobre el mar, debería alcanzar para encender las luces en la noche; suficiente sol para calentar el corazón de todos sus habitantes, puede rellenar las pilas de la batería para una casa diseñada para acumular el agua de la lluvia, reciclar los desechos y cultivar parte de su alimento.

Podemos vivir en un lugar donde se dé el ejemplo más grande de cómo mantenerse viables siendo todo lo humanos que podemos ser.

Planeta San Andrés es un experimento que bien pensado puede ser exitoso para todos. Somos muchos para el territorio, pero pocos en comparación con otra ciudad pequeña, podemos conocernos, cuidarnos, educarnos.

Mi planeta pequeño es ‘the small thing’.  La pregunta es… ¿alcanzaremos  ‘the great way’?