Un ‘nuevo comienzo’ para la agenda raizal

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En una entrevista concedida a_El Isleño, Alberto Gordon May aclara interesantes inquietudes sobre el futuro del movimiento raizal, aunque también invita al planteamiento de muchos interrogantes.

El mensaje es claro: no podemos sacrificar muchas cosas que están a la mano, incluido cierto nivel de autonomía administrativa departamental permitido por la Constitución, mientras se persigue una idea mítica y sin respaldo popular de autonomía política étnica que, como el Brexit en Inglaterra, es un paso hacia lo desconocido, sin garantías de mejora y que haría mucho daño a las islas y a todos los isleños.

Claramente marca un nuevo momento en la disputa étnico-política donde el estatus político-administrativo de las islas y la identidad étnica ya no aparecen como objetivos centrales, tal vez porque finalmente se reconoce el peso social y político del marcado multiculturalismo de San Andrés y porque hay otros temas importantes como las desigualdades socio-económicas, la salud, el patrimonio histórico, el medio ambiente y el diferendo con Nicaragua cuya solución podría ser aprovechada para mejorar el perfil social y cultural de la etnia.

Es el momento ideal para el nuevo impulso para maximizar las aspiraciones y la capacidad negociadora con el gobierno nacional. La proximidad de las audiencias orales en La Haya y posibles fallos desfavorables para los intereses isleños y nacionales podrían aumentar el poder negociador de lo raizal, como ocurrió después del fallo de 2012.

Se busca además anticipar a los hechos para asegurar tener una voz y voto raizal si los dos países se ponen de acuerdo para manejar de manera conjunta algunos temas como pesca y protección ambiental a través de un necesario manejo transfronterizo de la reserva de la biósfera Seaflower.


Anima e invita así al gobierno nacional a introducir el factor étnico en las relaciones bilaterales con Nicaragua. Con esto también busca expandir las dimensiones internacionales del conflicto étnico, con una función doble de acercamiento al Caribe para el reforzamiento de la identidad como mecanismo de supervivencia, como también para ejercer presión al gobierno nacional para que no siga arrastrando los pies en los compromisos adquiridos.

Y seguramente irá más lejos en la inmersión internacional para mejorar su margen de maniobra y ejercer presión diplomática al gobierno nacional para asegurar una necesaria, pero atrasada reivindicación en el contexto de los derechos humanos y étnicos, acercándose a las Naciones Unidas como plataforma ideal donde existe ya un precedente y donde el tema de las islas es bien conocido.

Despolitizar con un propósito

Gordon señala la intención de definir la reivindicación étnica en términos constructivos, alejándose así de la atención exclusiva en lo beligerante de lo ‘etno-político’, para maximizar el espacio político de diálogo y concertación que tiene con el gobierno nacional y lograr avanzar la agenda raizal desde unas bases que ya fueron acordadas, pero no implementadas y, claro está, para lograr más.

Por eso aclara desde un principio su posición frente a la autonomía de las islas y su rechazo a la vía de la separación, señalando tajantemente de que la lucha étnica local no tiene un alcance secesionista. Y que la estrategia de lucha estará orientada al reconocimiento de derechos, la defensa del territorio ancestral y temas socioeconómicos porque el futuro político de las islas no se puede separar de su futuro económico que está amarrado al país y al turismo. Con este gran obstáculo fuera del camino, al Gobierno Nacional le queda ya difícil sacar excusas para no hacer avanzar la agenda raizal.

Esto es un cambio radical en relación a posiciones anteriores del movimiento raizal. Y en ese contexto es muy diciente la no mención de un tema que dominó la agenda y estrategia raizal desde 2012: un Estatuto de tinte político-administrativo como columna vertebral de la reivindicación.

Una difícil tarea

La selección del muy carismático Gordon puede ser una bocanada de oxígeno para al movimiento raizal, asegura la politóloga Sally Taylor. Comenzó bien inyectando al movimiento una alta dosis de realismo, reconciliación y revalidación.

El camino no será fácil, pero podría llegar lejos y ser un actor de mucho peso si logra acercar al pueblo raizal e isleño y al gobierno nacional a un movimiento cambiado, incluyente y pragmático. Y si logra comprometerlos con las metas étnicas, en especial alrededor del desarrollo económico que también es la mayor preocupación de la mayoría de isleños.

Para ello debe atender con urgencia el asunto de la representación ya que existe un divorcio con la comunidad raizal e isleña que no se sienten del todo identificadas ni representadas en sus planteamientos. Debe además abrirse al escrutinio y sobre todo rendir cuentas de manera regular, como hace toda autoridad.

No podrá sostener esas debilidades ni ignorar la necesidad de un mayor respaldo del pueblo raizal, que Gordon dijo que buscará, porque la legitimidad se consolida con el reconocimiento popular, en especial de sectores jóvenes que cuestionan las estrategias y metas de la raizalidad hasta ahora perseguidas y el hecho de que siga monopolizando los espacios de diálogo y de concertación con el gobierno nacional sin haber asegurado un mandato popular necesario porque la autoridad étnica en las islas no se obtiene por tradición como en el caso de grupos indígenas.

Otro interrogante es si será posible agrupar y representar a las otras variantes de Autoridades Raizales en una sola Autoridad Raizal. O tener una campaña étnica exitosa dentro de unos evidentes marcos patrióticos y religiosos. Y si podrá un nuevo líder raizal pro-colombiano y más religioso que político lograr lo que no han podido en más de 40 años de lucha SOS y AMÉN-SD, otrora pesos pesados de la lucha étnica.

El movimiento claramente necesita con urgencia un cambio generacional y para esto debe manejar mejor la identidad étnica, un tema que preocupa sobre todo a la nueva generación de raizales que debe atraer para sobrevivir y poder tener más relevancia, apoyo, peso y, hay que decirlo, legitimidad.

La mayoría de los jóvenes isleños son de un perfil mixto y, si no lo son, están bien sintonizados con o apoyan la causa raizal que ven como parte de lo que es ser isleño.

Por lo tanto, sus lealtades y aspiraciones cruzan las comunidades étnicas y otorgan poca relevancia a las líneas de identificación, pero sí mucha a la identidad isleña.

Las mezclas ahora predominan y hacen menos factibles políticas étnicas que distingan, particularicen o desunan. Prefieren abogar por la unidad respetando lo étnico. La raizalidad debe, por lo tanto, extender sus fronteras y ser más incluyente. Gordon tiene una difícil tarea por delante. Pero comenzó bien.