El Pulso Social y el avestruz

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OSWALDO.SANCHEZFinalizando el mes de febrero los procesos de “matriculatón” en la Educación Básica y Media debieron culminar, pues según el Decreto 0273 de 2020 por el cual se estableció el Calendario Académico para el Departamento Archipiélago, la actividad escolar debió iniciar el 18 de enero; sin embargo, a la fecha no se conocen los datos de matrícula, deserción y repitencia. ¿Por qué el pertinaz silencio?

A través de la encuesta ‘Pulso Social - Sexta ronda’, difundida por el DANE, se conocen los resultados actualizados a diciembre 2020 de 23 ciudades capitales de departamento (entre ellas no está San Andrés) y áreas metropolitanas.

El objetivo de la encuesta descubre la importancia de conocer datos que de otra forma pasarían desapercibidos perdiéndose la oportunidad de lograr mejoras en la vida de la comunidad.

Dice el DANE: “Los indicadores periódicos de percepción sobre el comportamiento de la economía, el bienestar subjetivo y las redes de apoyo y confianza permiten ‘tomarle el pulso’ a la sociedad colombiana”. Con esa información los gobiernos nacional y local conocerán cómo afectan a la comunidad los problemas con los que se están enfrentando en el diario vivir y les dará luces para encarar amenazas y apuntalar fortalezas.

La Encuesta de Pulso Social (EPS) proporciona información relacionada con: Confianza del consumidor, Bienestar subjetivo, Redes de apoyo de los hogares, Bienestar de los hogares que cuentan con niños, niñas y adolescentes, Conocimiento y acceso a las políticas nacionales y locales de apoyo a los hogares.

Como se puede apreciar, la información recogida es estratégica particularmente buscando la salida de esta crisis que enfrentan tanto el país como nuestro Departamento; pero al no estar involucrados en la encuesta que comentamos podemos tener comportamientos que caben perfectamente en el síndrome del avestruz. Tanto más cuanto nuestros gobernantes parecieran gozar de una idiocia feliz y todo lo reducen a cómo ‘reactivar’ el turismo, con el argumento de ser fuente de la economía local.

¿Cómo no es importante para nuestra Escuela saber que el promedio de las 23 ciudades encuestadas sobre la pregunta: “hay más momentos de conflictos y discusiones entre los miembros del hogar”, el 15% responde que sí? En ese ambiente difícilmente un niño puede ser productivo en el proceso de aprendizaje.

¿Saben las autoridades y los docentes cómo afecta al aprendizaje del niño que vive en un hogar donde su familia se siente insegura constantemente? Según la encuesta, ese es el ambiente en un 41,86% promedio de los hogares encuestados. Y si lo saben, ¿conocen y tienen a manos los medios para contrarrestarla?

Gracias a la pregunta: “porcentaje de hogares que consumen tres comidas al día” sabemos que solo en Tunja lo hacía el 100% de los hogares, mientras que en Cartagena lo hacía el 70,3% antes de la declaratoria de emergencia.

Pero azotados por la pandemia las cosas se tornaron más dramáticas, pues en todas las ciudades encuestadas el porcentaje se redujo, siendo la más afectada Santa Marta, reduciéndose el porcentaje en el 59,4% al pasar del 99,5 al 40,1. ¿Será que esto no dará una luz de cómo fue la calidad de lo aprendido en medio del hambre física de nuestros niños?

En lo tocante al tema educativo, la pregunta formulada que lo indagó fue: “Los niños/as de este hogar que continuaron con las actividades educativas o de aprendizaje desde que cerraron las escuelas/colegios”.

Gracias a la encuesta, en Bucaramanga, por ejemplo, encontraron que los datos recogidos obligaban a encender las alarmas, pues a julio del 2020, el 88% respondió que los niños continuaban sus estudios a pesar de las dificultades de la pandemia, el 6% no asistió o realizó actividades educativas y el 6% restante fueron desertores. Comparando los datos con los obtenidos en diciembre, el 86.6% continuaron sus estudios; es decir, el 1,6% lo dejaron de hacer; el 10.51% no realizaron actividades educativas, un 4,51% más; y el 2.8% son desertores del sistema educativo.

Si hay diligencia y se pasa de los datos y los estudios a la acción pronto las cosas mejorarán y la cacareada ‘reactivación’ se llevará a cabo de manera eficiente y equitativa. Pero cuando ni siquiera se hacen los esfuerzos para conocer la situación de nuestra población mucho menos se atinará en hallar soluciones a los problemas que nos aquejan, particularmente en la Educación; como nada se sabe ni se dice, entonces nada está pasando. Error grave. En eso consiste, precisamente, el síndrome del avestruz.

Por eso preguntamos: ¿Cuándo la Secretaría de Educación va a publicar nuestros datos reales?

“Los datos reales de matrícula, deserción y repitencia son necesarios para que las familias, las organizaciones sociales, la universidad y los gobernantes tomen decisiones oportunas para prevenir la catástrofe educativa de la generación del encierro”. Por lo menos eso piensan en la Fundación Participar.