Como PES…en el agua

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La Convención del 16 de noviembre de 1972 sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural estableció que ciertos lugares de la Tierra con un “valor universal excepcional” pertenecen al patrimonio común de la humanidad. Además, estableció el 16 de noviembre como el Día Internacional del Patrimonio Mundial.

Esta efeméride se celebra en Colombia en septiembre y para este año tenía el lema: “El patrimonio es como tú, está vivo y se transforma”,

Según la Ley 397 de 1997, “El patrimonio cultural (…) está constituido por todos los bienes materiales, las manifestaciones inmateriales, los productos y las representaciones de la cultura que son expresión de la nacionalidad colombiana, tales como la lengua castellana, las lenguas y dialectos de las comunidades indígenas, negras y creoles, la tradición, el conocimiento ancestral, el paisaje cultural, las costumbres y los hábitos, así como los bienes materiales de naturaleza mueble e inmueble a los que se les atribuye, entre otros, especial interés histórico, artístico, científico, estético o simbólico en ámbitos como el plástico, arquitectónico, urbano, arqueológico, lingüístico, sonoro, musical, audiovisual, fílmico, testimonial, documental, literario, bibliográfico, museológico o antropológico”.

A este Patrimonio Cultural (PC) formado por bienes tangibles, intangibles y naturales que forman parte de prácticas sociales, se les atribuyen valores que son transmitidos y resignificados de una época a otra, de una generación a otra; su valor no está en un pasado inalterable, sino en la relación que en el presente establecen las personas y las sociedades, con dichas huellas y testimonios. El problema surge cuando se trata de saber quiénes son esas personas y sociedades que quieran imponer qué debe permanecer y qué no.

Es lo sucedido con los monumentos destruidos por ISIS en Siria, o las estatuas derribadas en Estados Unidos; en el Cauca los indígenas Misak derribaron en Popayán una estatua de Sebastián de Belalcárzar al considerarlo, al igual que a otros conquistadores españoles, racista.

Al ser el patrimonio “resignificado” lo que hoy merece nuestra admiración, puede ser que mañana nada signifique; o lo que hoy no sirve, mañana puede ser valorado. Esta resignificación del PC “implica que no constituye algo dado de una vez y para siempre sino, más bien, es el producto de un proceso social permanente, complejo y polémico, de construcción de significados y sentidos”. Y volvemos a preguntar: ¿a quién le cabe tal responsabilidad o de dónde le llega?

Como el concepto “patrimonio” no se refiere exclusivamente a los monumentos, sino que abarca nuevas categorías tales como las de patrimonio intangible, etnográfico o industrial, aprehenderlo exige mayores esfuerzos conceptuales.

Así, el caso en nuestras ínsulas pareciera muy singular, pues si a las categorías arriba mencionadas le agregamos las artes de la representación o teatro, la lengua y la música tradicional, así como un sistema filosófico, espiritual y de información, prácticamente quedamos en cueros porque eso nada significa para nuestros gobernantes, los mercaderes del turismo y otros empresarios y ni se diga de la “sociedad civil”.

En 2016 este periódico anunciaba la inclusión en el Plan Especial de Salvaguardia (PES) unas Líneas de acción y algunos proyectos para la salvaguardar el Patrimonio Cultural Marino (PCM), a la vez que se invitaba a la comunidad raizal para “apropiarse de este instrumento para fortalecerlo y poder postularlo más adelante como un proyecto de talla nacional”. Bellas palabras, amplias sonrisas: ¡un jardín de tigridias!

¿Por qué “las manifestaciones inmateriales, los productos y las representaciones de la cultura” como son la lengua, la tradición, el conocimiento ancestral, el paisaje cultural, las costumbres y los hábitos no forman parte permanente del horizonte turístico? ¿Dónde están los sitios de interés histórico, artístico, científico, estético o los de valor plástico, arquitectónico, urbano, arqueológico, lingüístico, sonoro, musical, audiovisual, fílmico, testimonial, documental, literario, bibliográfico, museológico o antropológico? ¿Es que no existen o da lo mismo si existen o no?

Ya es hora de que supieran quienes usufructúan el turismo que este tipo de elementos patrimoniales son muy apetecidos por los verdaderos turistas que buscan más que playas atiborradas o almacenes de productos tan baratos o buenos como los que se encuentran en la ciudad. Si no fuera así, no existiría el turismo en Roma, Madrid y Paris. O en Machu Picchu.

Desgraciadamente, la falta de amor por nuestro Patrimonio está formando generaciones iconoclastas que pareciera nacen, viven y mueren en un territorio sin Patrimonio. Para la escuela y sus autoridades eso de que la educación en nuestro país se desarrollará atendiendo “El estudio y la comprensión crítica de la cultura nacional y de la diversidad étnica y cultural del país, como fundamento de la unidad nacional y de su identidad” son cuentos chinos; la preocupación docente no pasa por ahí.

Tenemos que recoger “las riquezas dispersas por el cielo”, recomienda Donaldo Ortiz Latorre