El mundo cambia de dueños…

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No sé dónde, imagino que de un buscador de internet, leyó las cifras de las fortunas de personajes como Biil Gates, Carlos Slim, Jeff Bezos, Mark Zuckerberg y no sé cuantos más. Le impresionaba que, según las mismas fuentes, estos hombres tuvieran a su servicio una cuadrilla de psiquiatras y asesores cuya única función consiste en ayudarlos a controlar el deseo de hacer lo que les dé la gana con el mundo.

–Tienen el dinero, el poder, los contactos, y en algunos países una potestad casi absoluta sobre los servicios de telecomunicaciones. Son los que mandan– remató, como si se tratará de la letra de un reggaetón

La palabra telecomunicación en su voz sonaba a teletransportación. Me pareció exagerado, típico de un adolescente que riega teorías conspirativas de ciencia ficción.

Mi hijo creció y olvidé el suceso durante algunos años. Hoy en el ocio de esta cuarentena vuelvo a recordar su joven preocupación y los grandes ojos abiertos que no daban crédito a una realidad tan distante de nuestro mundo.

¿Distante?

Eso creía yo hasta que el Covid-19 se convirtió en pandemia y el mundo distópico que conocemos mostró las grietas de los muros que sostienen la fachada.

¿Quiénes decidieron –como en juego de ajedrez– donde se ubicarán las nuevas torres, dónde el rey, la reina, los caballos y peones? Las fuerzas se reacomodan, buscan un lugar donde desembocar. Los ricos del planeta se apresuran con la ‘mejor voluntad’ a dar muestras de caridad. El futbolista Leonel Messi anuncia que bajará sus honorarios. Las grandes fábricas de moda donan tapabocas, las de automóviles regalan alcohol y gel de manos. Gracias.

¿Entonces… se podía? Siempre se pudo. Es ingenuo creer que esta solidaridad instaurada provenga de la misma fuente que legitimó la desigualdad. No alcanzan esos pequeños gestos de justicia ni para equilibrar la balanza ni para sanar la herida de humanidad que hemos trazado sobre la tierra.

–Sí, hijo tenías razón. Se requieren límites. No solo de las riquezas. “Exageradamente ricos” es un pleonasmo.

Mi teoría es que en el mejor de los casos pasaremos por la tercera guerra mundial sin darnos cuenta. Las bajas se contarán como efectos de la pandemia. Regresarán los hippies vivientes con el manto de amor universal que no será otra cosa que la reacomodación de los nuevos dueños de la casa.

Se harán justificaciones filosóficas que terminarán en varios miles de libros que se leerán en redes pagadas por una editorial digital. De alguna manera se resolverá la tensión entre China y E.E.U.U. habrá países ‘aliados’ que ayudarán a definir la propiedad de la quinta generación de banda ancha que conectará máquinas a personas. Como los exocerebros de los que habla Yuval Noah Harari.

El Covid 19 será la primera de muchas pandemias. Después vendrá el C.20, el C21. hasta obtener vacunas sin inocencia, propiedad de una farmacéutica recién nacida y avalada por trece universidades del mundo. Los bancos se respaldarán con duplicadas tasas de interés.

Algunos estarán en la primera línea de combate en hospitales, tiendas de barrio y trabajos al destajo. Otros estaremos viendo Netflix, hablando en Facebook y agotando los recursos de la virtualidad interoceánica mientras palidecemos. Los animales salen del antiguo confinamiento que los acorraló durante siglos.

La naturaleza no nos necesita, confundimos el valor ontológico del capital con vulgar riqueza. El peón del rey se mueve, se captura el peón del oponente, se mueve la reina, y ahí está el Jaque Mate.

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Este artículo obedece a la opinión del columnista. EL ISLEÑO no responde por los puntos de vista que allí se expresen.

Última actualización ( Domingo, 13 de Septiembre de 2020 15:02 )