Abuelitas/os

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La escritora colombo francesa, Florence Marie Therèse Thomas, “considerada una de las voces más influyentes del movimiento por los derechos de la mujer en Colombia” es de las más insistentes en el tema. Promediando mayo, la señora Florence escribió en El Tiempo un artículo titulado: “La tristeza también mata”, en el cual se va lanza en ristre contra el “severo confinamiento de los mayores de 65 o de 70”, a raíz de esta pandemia ocasionada por el miserable virus COVID-19. Y cómo no, fiel a su ideología inclusivista escribe unas parrafadas que si no se leyeran no se podrían creer. Y como al final de ellas abre una puertecita (“Solo quería abrir el debate …”, dice la articulista), por ahí derechito aprovecho la oportunidad.

Seis párrafos, 570 palabras, componen el escrito, pero de haber sido consecuente, el texto hubiera aumentado a 630. ¿Por qué falló?, ¿se debió a agotamiento, a traición del subconsciente? Yo no lo sé, no tengo la respuesta. Pero que falló, falló.

Uno de los párrafos del artículo de marras dice así: “Hoy, en Francia, y ante la indignación y críticas éticas y hasta jurídicas de intelectuales, abogados, y expertos en medicina, se habla de una marcha atrás de estas medidas que se refieren a los adultos mayores. Porque, claro, muchos viejos y viejas se preguntan si entran en la categoría de viejos a los 65 años, a los 72 años o a los 90. Yo también me lo pregunto aunque el concepto de viejo no me parece un insulto y, por el contrario, siempre he tratado de dignificarlo (sic).

Pero para aquellos y aquellas de 90 y más años, habría que inventar otra denominación. Claro, en general, ya no constituyen o representan ninguna fuerza o aportes a la economía, generando gastos en salud y pensión. Y, sí, hoy existe una especie de infantilización (qué tal los abuelitos, de nuestro Presidente) y discriminación de todos nosotros y nosotras los viejos. Nos parece vivir una especie de arresto domiciliario”.

Leído el párrafo uno se pregunta: ¿qué pasó, señora, es que no hay abogadas y expertas en medicina? Si el presidente echara marcha atrás la medida, ¿qué sería de las adultas mayores? ¿Será que nuestro presidente no tiene abuelitas?

Como se ve, fuera “de traicionero, este lenguaje es farragoso, nocivo e inútil”, sabiamente sentencia Efraín Osorio, ese incansable viejo cazador de gazapos.

Por si fuera poco, la RAE ha sido enfática al afirmar que “el uso genérico del masculino para designar los dos sexos está muy asentado en el sistema gramatical” español y que no tiene sentido “forzar las estructuras lingüísticas”. Además, este esfuerzo inclusivista raya en lo ridículo y abre el portón al ingenioso creador de “millones y millonas”, "liceos y liceas".

¿Qué tal la maravilla lingüística de algunos comunicadores (también hay comunicadoras) que insisten en apelar a ese microscópico Goliat: la covid 19?

Otros casos que se pueden traer a colación nos permiten demostrar que el universo de estos y estas feministas es inversamente proporcional a su sentido común. La presentadora de televisión, Claudia Isabel Palacios Giraldo, escribió en el periódico El Tiempo: “…ya que las 5.000 medallas que recibirán los/as atletas ganadores/as de ambos….”. Y que tal esta perlita de Gonzalo Gallo, autor de la popular columna 'Oasis': “…deposita esta hoja en forma de barquito (…) mientras gritas animos@...”. Ambos autores olvidan al lector, por eso también olvidan decirnos cómo se hace para leer tales garabatos.

La política colombo francesa, Íngrid Betancourt, en carta a la JEP contextualizando la versión que las Farc le entregaron sobre su secuestro, afirma: “Dicen que me aislaron para que me cuidaran guerrilleras mujeres y que me reunieron al grupo por solicitud mía”. Si alguien le hubiera dicho a la inolvidable Ingrid que todas las guerrilleras son mujeres y que las “mujeres guerrilleras” se distinguen de las mujeres cabeza de hogar, o de las mujeres policías, etc.

“Es cierto que las lenguas evolucionan y hasta se deterioran y desaparecen con el tiempo, pero no por decreto. Incluso la Academia de la Lengua recoge el habla, y de acuerdo con el uso establece las reglas y las excepciones. La lengua se hace en la calle con el uso, tenga lógica o no, y el tratar de regular una tradición de milenios es muestra de una profunda ignorancia”, advierte el escritor y periodista Daniel Fernández.

Si hubiera quién se lo dijera a nuestr@s comunicadores/as, escribidores y escribidoras, y que también lo enseñaran en las aulas.