¿Nuevo comienzo para los isleños después del Covid-19?

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Los sitios eco turísticos han bajado a cero su carga, resplandece el tono verde de árboles y arbustos y para exhibir los siete colores del mar, las olas en complicidad se han quedado quietas. La vida marina se recrea en su elemento porque no hay ruidos estruendosos de motores fuera de borda, raudas embarcaciones que dejan a su paso rastros de gasolina, ni pesca furtiva avasallante.

El buen panorama paisajístico que se observa durante esta cuarentena hace soñar de ilusión por las posibilidades de un verdadero nuevo comienzo, una nueva era para los isleños, que traiga desde lo institucional, ambiental, económico y ciudadano, mejores actos de conciencia, entendimiento y conducta, que garanticen el equilibrio para todos en la frágil Reserva de Biosfera Seaflower.

Así como venimos actuando no es sostenible la vida en lo colectivo ni individual. Estamos entrando a una nueva era y no todos somos conscientes de que el mundo está pidiendo a gritos un cambio y la reflexión obligada es: ¿Qué va ser de nosotros, los isleños?

Existen a diario enfrentamientos encarnizados de grupos sociales con las autoridades policivas por el derecho a los encuentros y aglutinamientos, al disfrute y emoción de una pelea de gallo, al placer de la cerveza fría durante partidos de softball o fútbol en las canchas de barrio y al coloquio entre vecinos mediando un sancocho, un rondón o el estruendo de un pick- up.

Paralelo a esto vivimos atemorizados porque la pérdida de valores se hace evidente en 27 km2 en manos de la descomposición social que en 11 días de cuarentena afloren brotes de violencia intrafamiliar, intrapersonal y caos generado por la presencia de armas de fuego de grueso calibre en poder de grupos al margen de la Ley.

El enemigo al acecho

Todo esto quita la atención sobre los más necesitados, especialmente en niños, ancianos y habitantes de la calle que deambulan en la soledad de las vías sin vida, donde no hay basura para hurgar, ni el favor de las personas que les regale la última aspirada de un cigarrillo.

Mientras tanto el Covid 19 acecha como un enemigo silencioso del que ya conocemos su fuerza mundial con más de 39 mil muertes y sabemos que se aprovecha principalmente de la ignorancia y la falta de conciencia en el acatamiento de las normas sanitarias.

Pero estamos en San Andrés, donde muchos creen que los huracanes que han pasado los ha alejado un poder divino y así mismo el virus no pasará.
Infantil sería pensar en un futuro inmediato donde todas las cosas continúen como las dejamos aquel viernes cuando empezó la cuarentena pedagógica y luego la impusieran obligatoria del 24 de marzo hasta el 19 de abril.

Buscar el bien común

Con el Plan de Desarrollo 2020-2023 estancado en su implementación ¿Podrá el Gobierno Departamental adicionar nuevas políticas de salubridad, económicas y ambientales?

¿Podrá replantear el mandato de Everth Hawkins Sjogreen, el modelo económico turístico dominante antes de recibir los primeros vuelos comerciales que irrumpirán como una imprecación después de tanto tiempo, en los tímpanos de los agobiados habitantes aledaños a la pista del aeropuerto?

El colapso de la economía se viene, es innegable, habrá negocios en banca rota, el consumismo en restaurantes, bares y comercios posiblemente también caerá, pero esto no será el fin de nuestro mundo, estamos entrando a una nueva era, un nuevo comienzo para el bien común.

Un bien que busque también de manera fundamental cambiar la fisonomía de los barrios por parte de sus moradores, porque la basura y las aguas residuales, hasta ahora han acompañado el juego y crecimiento de las niñas y niños enfermándolos. Conformándolos con la suciedad.

Un bien común que nos haga cambiar también la forma cruel como tratamos a nuestros animales de compañía (perros, gatos), de pastoreo como los caballos y de consumo como los cerdos, chivos e iguanas…

Como todas las pestes en el mundo esta también va pasar, pero aquí seguiremos sobreviviendo, la pregunta es: ¿de qué manera?